Mas allá de El Cairo existe un Egipto diferente y tenemos la oportunidad de echarle un vistazo con la excusa de un viaje a El Fayoum, un oasis a 100 kilómetros de la capital. Para nosotros supone un baño completo del mundo real egipcio. Nos sorprendemos de que seamos los únicos en este tour que ofrece una agencia.
En la furgoneta vamos los dos, con el conductor y el guía Reda, que nos va ilustrando sobre la política actual del país. Pronto deja claro que no es muy amigo de los militares ni del presidente Al Sisi. Después de media hora de carretera por el desierto, en uno de los múltiples controles, comenzamos a ser escoltados por un coche con cuatro policías…con su material. Nos dice el guía que no es nada especial y que siempre lo hacen así con los pocos turistas que llegan a estas zonas. Cada vez que cambiamos de circunscripción cambia la patrulla acompañante, después de rellenar informes y otras burocracias. Todo es normal.
Nos desviamos un poco para visitar la Pirámide de Meidum, solitaria en medio del desierto, junto a restos de mastabas de barro. No hay nadie más. Allá vamos con nuestro guía, el cuidador del lugar y otro policía con su metralleta. Todo normal. Fue una pirámide escalonada como la de Sakkara. Tuvo hasta ocho cuerpos, de los que hoy quedan dos. El resto yace derruido a sus pies. Esta mole en medio del desierto desde hace casi 4500 años irradia un encanto especial.
La comitiva se pone en marcha: dos turistas, un conductor, un guía y cuatro policías. No lo podemos creer, pero es así. Casi nadie viene por estos lugares, pero no ha habido problemas nunca. Reda comenta que el gobierno quiere mostrar un despliegue de país seguro, tanto ante los turistas, como a los ojos de los mismos egipcios.
El oasis de El Fayum está en torno a un gran lago de agua semisalada alimentado por un canal desde el Nilo. Da vida a una zona agrícola muy fértil que mantiene una población de millón y medio de habitantes, repartidos en diferentes núcleos. Es un mundo rural, atrasado y tradicional en sus ropas. Todas las mujeres llevan velo y muchos hombres visten chillabas. No hay turistas. Las calles están particularmente sucias, algunas son auténticos muladares. El espacio público parece que no le interesa ni a Alá. Hemos visto cómo desde el coche de los policías uno arrojaba desperdicios por la ventanilla. Sin comentarios…
Es fiesta y hay niños por todas partes. Llegamos al lago y vemos que sus orillas están preparadas para recibir un turismo de clase media urbana. Hay playas, paseo marítimo y construcciones muy horteras, como suele ocurrir en estos lugares. Seguimos viendo muchos niños y jóvenes por las calles. El guía nos comenta que el gobierno tiene muy abandonada la enseñanza pública, hay mucho abandono escolar y poco interés por abrirse paso por medio de la educación. La mayoría de los mayores son analfabetos y no transmiten un deseo de aprender.
El gobierno prefiere invertir en otras cosas. Mantiene un ejército de un millón de soldados, con moderno y caro armamento. Está enfrascado en la construcción de una nueva capital, en medio del desierto, que se lleva buena parte del presupuesto estatal. También nos comenta Reda que siempre promueven grandes obras, como carreteras, porque dejan muchas comisiones en este sistema tan corrupto de una dictadura militar. La educación no interesa. Las dictaduras siempre prefieren a la gente ignorante. Lo sabemos por experiencia.
Comemos junto al lago en un establecimiento muy sencillo, con unos entrantes caseros y muy ricos, que acompañan a una lubina del lago, de un sabor que ya no recordábamos. Un café turco, una conversación amena con el cabo de la patrulla y… la comitiva se pone en marcha. Me da un poco de corte el parar a hacer una foto, porque se paran los policías, salen del coche… en fin…parece que esto no es verdad y que estamos rodando una película. De vez en cuando le dan a la sirena…por si fuera poco el montaje.
Visitamos las ruinas de Karanís, una ciudad de la época grecorromana que quedó enterrada por la arena. Son unas ruinas melancólicas, con restos de templos, vasijas, columnas y trozos de cerámica, de la famosa Terra sigillata de los romanos, esparcidos por todo el recinto. Dan ganas de ponerse a cavar en busca del tesoro. El policía que nos acompaña en este recorrido es aún más llamativo porque lleva la pistola al cinto, en plan Oeste americano.
Hay muchos oasis repartidos por las arenas del inmenso desierto. Debe ser una ruta apasionante. Me gustaría, pero…Yo creo que en la anterior reencarnación fui un camellero de la Ruta de la Seda.
Comentarios recientes