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El castillo de Coca en llamas

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Espectaculares fueron los Fuegos Artificiales en Coca. El castillo da una grandiosidad que se convierte en épica medieval cuando lo vemos envuelto en humo, en llamas y en ruido de cañones y bombardas.

Todos, chicos y grandes, nos quedamos absortos con los fuegos artificiales. Son un reflejo de la vida misma. Disfrutamos con breve alegría de la luz y el esplendor. Esperamos impacientes que el siguiente resplandor sea mayor en belleza y duración. Así es. Pero rápido se convierte en humo, como el anterior y el siguiente. Volvemos a desear otros instantes, aunque los sepamos breves, de luz y de fascinación. Y así es. Acompañamos con nuestras voces el lento sfumatto de esos sauces llorones que caen lánguidamente sobre nuestras cabezas. Estamos viendo el resplandor de nuestras emociones, de nuestras ilusiones, de nuestras pasiones… de todas las cosas tras las que vamos corriendo a lo largo de la vida. Ruido, luz, color, más ruido y al final solo humo. Esperamos siempre algo más, algo mayor, más ruido, más color, más belleza. Luego sólo humo.

Al final oímos un ruido diferente, es grandioso, resume todo lo vivido. Luego humo… y todo se acabó. Igualito que en la vida. Sólo nos queda la alegría de haber vivido y disfrutado el momento. Somos dignos seguidores de Epicuro.

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Texto y fotos : Jesús Eloy García Polo.

 

Autor: Opinion

Muévelo

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