Casi todo son maravillas en Australia, la Barrera de Coral, la roca Ulurú, las playas desérticas infinitas… Es un continente que desde hace millones de años vive y evoluciona por su cuenta, al margen del resto. Los aborígenes australianos son probablemente los homo sapiens más antiguos sobre la tierra. Conservan una cultura anterior a nuestro Neolítico, que se manifiesta en cantos, pinturas, rituales y en una forma de vida que fue nómada hasta casi anteayer. Hoy sobreviven a duras penas, pero ésa es otra historia.
En Australia la vida se concentra en la costa oriental. Todo el interior es el Outback, lo que está detrás. Son millones de kilómetros cuadrados, entre la estepa y el desierto, divididos en inmensas fincas de ganadería extensiva, muy extensiva, o simplemente puro desierto. Hoy parece la última imagen del cinematográfico Oeste americano. Allí sobreviven los rudos vaqueros, cuidando ganado, en fincas muy aisladas y con pueblos, pequeños núcleos de servicios, cada varios cientos de kilómetros.
Pero a mí me atraía el Outback. Yo quería recorrer alguna parte de esa Australia tan desconocida y para mí tan seductora. Iba solo y ya me avisaron de la necesidad de planificar bien cada movimiento, porque los transportes públicos, autobuses o viejos trenes, son muy escasos, con horarios y frecuencias muy limitadas. Por algún pueblo, por ejemplo, no volvía a pasar un autobús hasta la semana siguiente. Fui haciendo un recorrido por la zona nordeste, hasta llegar al mar, en el Golfo de Carpentaria.
Son paisajes inmensos, dominados por el omnipresente eucaliptus. Las carreteras son rectas infinitas que van dibujando estas llanuras. Muy estrechas, apenas para un vehículo. Tienen amplios arcenes de tierra para ocuparlos en los escasos adelantamientos. Más allá de la soledad de estos parajes…aún hay más soledad. A veces se ven canguros o algún emú, sobre todo al atardecer. No han adaptado su conducta al paso de los vehículos y la carretera es un auténtico cementerio de canguros atropellados. Literalmente, se echan encima del vehículo. Da pena, pero cada año mueren atropellados cientos de miles.
El encanto de esta amplia naturaleza es que la mano del hombre la ha respetado y se ha adaptado. Desde los aborígenes hasta los últimos cowboys. Encontré viejas minas de la fiebre del oro, hace más de un siglo. Es la historia humana. Parece que se acaban de marchar y lo dejaron todo…ahí están las máquinas oxidadas, vías de tren olvidadas, tumbas esparcidas en medio de la nada, un “Pub Espanol” que era el punto de reunión tras el trabajo y hoy es un museo que se autocuida, porque allí no hay nadie…También vi un pueblo-finca llamado “Mingela”, ¿por qué será?
Alguien diría que aquí no hay nada que ver, que en los pueblos no hay nada, que la monotonía es total. Es cierto, pero cada día hay algo de sorpresa en estos lugares tan alejados de todo lo conocido. Apenas nadie viaja por las carreteras. Solo los grandes camiones de ganado, los road trains, o el autobús-correo donde casi siempre yo soy el único viajero. Los alojamientos son estos maravillosos y antiguos pubs, todos de madera, lugares de encuentro de los escasos habitantes, amables e interesados por cualquiera que para por aquí. Hay granjeros que vienen en helicóptero a hacer la compra al super. Se puede encontrar una fiesta de auténtico rodeo, que supone la reunión anual de los mejores cowboys. Se puede encontrar un puesto de sandías, al lado de la carretera, sin nadie, con el precio de 4 $ la pieza y una hucha para depositarlos. Se puede encontrar una auténtica barbacoa australiana…
Luego, volví otra vez a viajar por allí con un grupo de “locos organizados”, en un gran todoterreno, durmiendo en el suelo, muertos de miedo por los ruidos y las serpientes. Vimos grandes paredes de pinturas rupestres, santuarios aborígenes, con dibujos que abarcan desde hace 20.000 años hasta el siglo pasado. A veces después de un día de sudores el chofer-guía no nos dejaba meternos en un río…por los cocodrilos. Vimos serpientes, goanas, casuarios, muchas aves, comunidades aborígenes (donde comprábamos las cervezas) y sobre todo vimos un mundo diferente, una tierra, que es la nuestra, que nos abraza y que nos quiere, pero que nosotros nos empeñamos en maltratarla, para conseguir más dinero y supuestamente mayor felicidad.
Trackbacks/Pingbacks