Error en la Plaza de San Gil
El Ayuntamiento en diferentes etapas ha ido mejorando aceras de las calles de Cuéllar, por aquí y por allá, utilizando variopintos adoquines en tamaño, textura, color y, supongo, precio. En un momento dado parece que le llegó el turno a la Plaza de San Gil y por razones de lotería cromática le han colocado a la recoleta plaza unos adoquines con diferentes tonos rojizos que son, cuando menos, un insulto al sentido común y estético de los vecinos.
Ya se habían arreglado en un tono parecido las aceras de la calle Santa Marina. El tema es preocupante porque en ambos casos estamos hablando del declarado Conjunto Histórico. Hasta ahora todas las obras en las calles de este recinto histórico se habían realizado con el mismo tipo de adoquín, lo que supone armonía, identidad y un toque estético que ha sido imitado en cientos de pueblos por todos los rincones de España. Este adoquín llamado “románico” fue diseñado en su día por una empresa de La Bañeza para adaptarse lo más armoniosamente posible a las calles del conjunto medieval de Cuéllar. En principio iba a llamarse “mudéjar”, pero luego les debió parecer más comercial el nombre de románico. Desde entonces lo he ido viendo por muchos conjuntos históricos por la simulación de piedra antigua que tiene, con sus siete tonos diferentes y su acabado sucio y viejo, que se consigue con un golpeado final.
Relato la historia para dejar en evidencia el enorme error que supone introducir un adoquín de toque moderno rojo, junto a otro con una armonía tan estudiada. La Plaza de San Gil ahora es un cromo, que quiere decir un colorín sin sentido. El centro de la Plaza está recuperado, armonizando la fuente con el adoquín románico. La calle es cemento gris-desastre y las aceras son rojas, al lado de la muralla o del Arco de la Judería.
No es lógico que a los vecinos se les exija una limitación de colorido en las fachadas para adaptarse a los tonos del Casco Histórico y que el Ayuntamiento nos coloque unas aceras de color rojo.
No sé si habrá sido un tema económico o de “diferenciación política”, como este alcalde ha constatado cada vez que encuentra oportunidad. Es una pena.
Por un lado debe haber un respeto y una continuidad en este tipo de actuaciones con los anteriores Ayuntamientos. Debe haber respeto con el pueblo, con su conjunto histórico y con sus calles. Por el otro, debe haber respeto con los ciudadanos que pagan obras ridículas con sus impuestos y que alguien sensato quizá algún día tendrá que remover.
Hubo un ejemplo de respeto en los finales de los 90 ante la discutida urbanización de la Plaza del Estudio, conocida entonces como de las Cruces. A pesar del clamor general, no se cambió por respeto y por continuidad con un Ayuntamiento anterior. Nadie empieza de cero, nadie inventa nada. La tarea de un alcalde, por el bien de todos, es continuar con la obra de los anteriores, para que otros continúen la suya. Sumando esfuerzos se hará grande el pueblo. Todo lo demás es exceso de orgullo y falta de respeto al pueblo y a los ciudadanos.
Opinión: Jesús Eloy García Polo
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