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Gentes de Camboya

Continuamos nuestro viaje por Camboya por otra ciudad del centro del país, Kompong Chang. Casi todo nos llama la atención. Si no hay curiosidad no hay viaje interesante. Llegamos hasta un puente de bambú que fue el primer puente sobre el Mekong. Es una estructura increíble, que todavía soporta el peso de algún coche y de muchas motos. Admirable ingeniería de los siglos pasados que necesitamos ver, pisar y recorrer para creer.

Seguimos mezclándonos con todo el mundo, en este país tan abierto, donde viven unos 16 millones de personas. Pero hay que recordar que en 1980, después de los Jemeres Rojos, los habitantes no llegaban a 7 millones. Ahora soporta un rápido crecimiento de la población. Lo vemos todos los días en las calles de cada ciudad o aldea. Están llenas de gente muy joven. Los niños están por todas partes. Las escuelas, parques o calles están llenas de su alegría ruidosa y contagiosa.  Nos saludan, buscan que les hagamos fotos e incluso nos piden que posemos para una foto con ellos. Se ve que todavía no están hartos de los pesados guiris y sus cámaras avasalladoras.

El índice de natalidad está en 3.34 hijos por mujer. En España apenas llegamos al 1,25. Es la comparación perfecta entre un país envejecido y uno que crece sin parar. De ahí luego le llegarán a cada uno sus propios problemas. Si no hay una buena educación estos niños pasarán a ser la mano de obra barata que necesitamos los países ricos. Las niñas continuarán engordando las cuentas de las semiescondidas fábricas textiles, que trabajan para nuestras grandes marcas. También para Zara. Los niños tendrán que emigrar, jugándose la vida, para que los exploten en otros sitios. Pero, de momento son felices. Parece que quieren disfrutar estos años de paz y tranquilidad, entre un pasado de guerras y un futuro bastante oscuro.

El 75% de la población es menor de 25 años. Eso obligará a una constante creación de puestos de trabajo. De momento el turismo ayuda bastante, pero está claro que no será suficiente. Nosotros solemos practicar lo que la amiga Maribel llama «ayuda directa», que quiere decir dejar dinero en el terreno en manos de quien se lo trabaja. Quiere decir regatear solo lo imprescindible, pagar precios dignos, dejarse «engañar» a veces y dar una propina en señal de agradecimiento por un buen trabajo.

¿Acaso se puede regatear dos dólares a un chaval currante con su Tuc-tuc, con su simpatía, su buena disposición y con su inglés bien trabajado? Solo lo imprescindible. No hay mejor oenegé que pagar lo justo de manera directa a cada uno por su trabajo. Por las calles apenas vemos gente mayor. Esa es la consecuencia dura y constante del genocidio llevado a cabo por Pol Pot y sus Jemeres. Por otro lado, la esperanza de vida no es alta, 59 años, como ocurre en todos los países poco desarrollados. No es país para viejos.

También las calles nos muestran otro lado oscuro de la historia. Es la cara de las víctimas de los millares de minas que hay todavía por muchas zonas del país. En las ciudades vemos amputados que en su día sufrieron una mutilación y que a veces no tienen más recurso que la mendicidad. Todavía hoy continúan algunas oenegés limpiando campos de minas, en zonas de selva, pero también en zonas de cultivos. Siempre se advierte que en esos recorridos no hay que dejar nunca el sendero. Seguimos por Camboya. Los estómagos van bien, los dioses de las bacterias también nos respetan. Las cervezas están frías, las sopas jemeres están calientes y ya nos hemos acostumbrado al diluvio de cada tarde. Lo demás es poesía. La salud es lo importante.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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