En la finca Garoza de este pequeño pueblo de Ávila acaba de abrirse un seductor museo al aire libre. Son 115 piedras de granito pintadas e interpretadas por este creador vasco que ofrece un diálogo con la naturaleza, diferente y evocador, para que cada uno haga su propio paseo por una senda de arte contemporáneo.
Ibarrola empezó a visitar esta finca de su amigo Alfredo Melgar en el año 2005. Por entonces Batasuna y el entorno de ETA habían recrudecido la presión y las amenazas contra el artista y su obra, por su oposición militante al terrorismo etarra. Varios árboles de su obra en el Bosque de Oma habían sido atacados o talados. En este clima empezó a pasar temporadas en la finca Garoza, hasta 2009, para buscar un poco de tranquilidad y alejarse de aquel ambiente violento.
Aquí el artista continuó trabajando en su faceta más conocida, que son sus intervenciones en la naturaleza, una nueva forma de concebir el arte, uniendo pintura, escultura y formas naturales. Arte y Naturaleza en abierto diálogo. Su serie de “Bosques” materializa este diálogo. El más conocido por la controversia que supuso es El Bosque de Oma, cercano a Guernica. Luego fue el Bosque de los Totems en la Estación Príncipe Pío de Madrid,el Bosque Encantado en Salamanca con la colaboración de alumnos de Bellas Artes, que siempre ha estado envuelto en la polémica por su abandono y falta de conservación. En el Bosque de O Rexo en Allariz inició el diálogo con piedras y árboles al tiempo. Garoza es su continuación.
No es difícil imaginarse al artista recorrer estos senderos con sus botes de pintura… mirando al horizonte y recreando los perfiles de los fríos granitos. La finca está asomada al Valle Amblés, territorio de fértiles pastos, aprovechados desde el Neolítico. También la historia de la tierra y de las piedras sedujo a Ibarrola. Trabajaba sobre una tierra habitada desde antiguo, rodeada de castros vetones que dejaron su trabajo y sus huellas sobre los viejos granitos. Aquí al lado están Las Cogotas, La Mesa de Miranda y sobre todo Ulaca, el gran santuario de los vetones. Trabajar con el granito es trabajar con el tiempo.
En Garoza la mano del hombre es azul, roja, amarilla…brillante y llamativa, actual. La mano de la naturaleza es suave, con ocres, grises, verdes y azules perdidos…que llevan aquí millones de años. Pero escuchamos un diálogo constante que a veces inquieta e interroga y otras veces relaja e invita a dejar volar la imaginación. Nadie queda indiferente ante este museo vivo y contemporáneo. Todos los que siempre decimos que no entendemos el arte actual llegamos aquí y empezamos a encontrar sentido al juego de formas y colores, a las líneas, los huecos y la profundidad de este paisaje modificado. El artista nos ayuda: “La roca tiene piel aparte de curvas, huecos y volúmenes… tiene piel, como todas las cosas de esta tierra”. Las piedras, los colores, los árboles, la luz…todo cambia a cada momento y nos susurran al oído nuevas imágenes y nuevas interpretaciones. Las dos horas que puede durar el recorrido transcurren de manera rápida y agradable. Nadie piensa que está en un aburrido museo de arte contemporáneo. ¿Alguien lo puede comparar con una visita al Museo Esteban Vicente de Segovia?
Cada piedra no tiene solo mirada frontal, como un cuadro. Aquí hay que moverse, rodear las piedras y jugar con las encinas, el cielo y los volúmenes de las otras piedras para encontrar nuevas perspectivas. Son los ojos del que mira los que crean y recrean la obra. Ibarrola nos empuja por ese camino: “ el creador no haría bien en poner títulos. La historia de una creación se dirige a sensibilidades distintas y cada sensibilidad interpreta…cada piedra tiene su identidad llena de posibles interpretaciones”
Trackbacks/Pingbacks