El invierno llega muy rápido a Islandia. La luz se acorta casi diez minutos cada día. Los momentos del amanecer y el atardecer son todo un espectáculo para nosotros. Empezamos muy bien porque el sol no madruga en esta época del año. Aparece después de las nueve. Sin embargo, tanto la salida como la puesta de sol se alargan durante dos horas. Nos sorprendió el primer día el escaso arco que recorre el sol sobre el horizonte. Perece que nace y se pone por el mismo lado. Ya sabemos que la tierra es redonda y estamos sobre uno de los casquetes, por eso se ve recortado su aparente recorrido en esta época. Apenas se ha elevado un poco sobre el horizonte cuando comienza a descender lentamente. Otra lección práctica sobre las maravillas de la naturaleza.
Estamos en Jokulsarlon y hemos disfrutado de un día más relajado. Su lago al pie del glaciar es uno de los emblemas turísticos de Islandia. La fama es realmente merecida. Hace solo 80 años que surgió este lago en el frente del glaciar, abriendo un río de un kilómetro que lleva los bloques de hielo hasta el mar. Desde entonces está en crecimiento constante por el deshielo creciente del glaciar. Es el lugar del mundo más accesible para contemplar los icebergs desprendidos de un glaciar. Son todo un espectáculo. A cualquier hora. Incluso de noche, como lo pudimos ver ayer, esperando la llegada de las auroras.
A primera hora de la mañana estábamos con nuestros trípodes y cámaras en la Playa de los Diamantes. Debe su nombre a los brillantes y limpios icebergs que van a morir allí tras ser arrastrados por la fuerza del río. Hay algunos transparentes como un diamante y otros con vetas negras como el futuro del carbón de El Bierzo. Sus brillos, sus claroscuros, sus reflejos y tonos azulados nos han tenido subyugados media mañana. Estos hielos tienen una edad calculada de unos mil años, desde que se formaron en la cabecera del glaciar hasta que vienen a morir dignamente en esta playa negra. Es una simpatía histórica pensar que la nieve que ha formado estos bloques es la misma que cayó sobre las cabañas de los primeros vikingos que llegaron a la isla hace ya mil años.
Luego ha empezado a soplar un viento fuerte y gélido del Ártico que nos ha obligado a echar a un lado los planes de hoy. Pensábamos en hacer un recorrido por el lago a bordo de un extraño vehículo anfibio, mitad bus, mitad barco. Según cuentan los reciclaron de la Guerra de Vietnam y aquí siguen facilitando unas vistas increíbles en medio de los icebergs. Hoy se han suspendido los viajes a causa del viento. Tampoco hemos podido visitar otra lengua de un glaciar cercano. El viento casi nos derribaba en medio del camino. La sensación térmica era de -10 grados, por el viento cortante. Nuestra ropa nos ha defendido bien, haciendo bueno el dicho escocés “ no es que haga mal tiempo, es que no llevas la ropa adecuada”.
No hemos conseguido la foto deseada de una aurora boreal sobre los hielos de Jokulsarlon, pero hemos disfrutado de todo el juego de formas y volúmenes que ofrecen los grandes témpanos. Parecía que estábamos visitando una exposición de esculturas abstractas. Juegos de líneas, de grises, blancos y azules, de formas cóncavas y aristas afiladas. Todo el mundo dejaba pasar el tiempo sin medida, embelesados por el espectáculo. Son los juegos de la madre Naturaleza, una vez más.
Mañana nos prometen una preocupante borrasca de nieve y fuerte viento. Ya nos ha advertido la señora del B&B, donde nos quedamos, que tengamos cuidado con el viaje. Ya veremos mañana.
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