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Por la raya de Portugal (4): El Couto Mixto, de Santa Comba de Bande a Montalegre

  • Santa Comba de Bande

No nos hemos cruzado con incendios por la zona pero vemos un hidroavión recoger agua varias veces sobre el embalse. (Días después supimos que hubo varios incendios en esta zona y que ese hidroavión portugués sufrió un fatal accidente).

A las orillas del pantano se nos ofrece un tesoro escondido. Es la Iglesia visigótica de Santa Comba de Bande. A la puerta hay un número de teléfono y una voz de mujer nos dice que esperemos un poco que está terminando de regar la huerta. Enseguida llega y nos abre la iglesia para que contemplemos uno de los pocos ejemplos visigóticos del siglo VII que han llegado hasta nosotros. Tiene una planta perfecta de cruz griega, sencillas bóvedas de cañón y pequeños vanos con arcos de herradura, propios del visigótico, que terminarían imitando los musulmanes.

Quedan apenas una decena de templos repartidos por toda la península, desde Braga hasta Córdoba, pasando por Mérida, Toledo, Zamora, Burgos y Palencia. Esta iglesia está muy bien conservada y su cuidadora nos la muestra con el mismo orgullo con el que nos mostraría su sala de estar. Coincidimos con una pareja que sabían lo que buscaban y nos explicaban las diferencias de esta construcción con la de Quintanilla de las Viñas, en Burgos, que habían visitado recientemente.

Camino de vuelta hacia Portugal pasamos por unos pueblos españoles con una historia muy particular. Se llaman Rubiás, Santiago y Meaus. Son conocidos como El Couto Mixto. Pertenecen a un grupo de pueblos llamados “promiscuos”, porque a lo largo de los siglos han ido cambiando de país, según los Tratados.

El Couto Mixto tenía jurisdicción propia, independiente del país a que perteneciera. No necesitaban murallas;pagaban sus impuestos a un rey o al otro y tenían sus propias leyes. Tres jueces se encargaban de administrar justicia y solventar los problemas de los tres pueblos. En Santiago nos recibe una mujer que nos da un amplio repaso a toda esta historia tan particular de los tres pueblos.

Con ella nos encaminamos hacia la iglesia. Hoy es la Fiesta del lugar, pero en el verano del covid se reduce a una misa con mascarilla y a un nostálgico recuerdo de los tiempos pasados. A la puerta nos hacemos unas fotos con la escultura del último juez del lugar que en 1868 vio fulminada su jurisdicción por el penúltimo Tratado de Límites entre España y Portugal. Hubo problemas con estos pueblos porque las directrices eran que los ríos marcaran la frontera. Así quedarían dos pueblos separados del tercero. Se decidió que los tres se mantendrían en España a cambio de que otros, más al oeste, pasarían a Portugal.

Luego llegamos hasta Meaus donde se celebran la inauguración de un Restaurante y Casa Rural. Merecen toda la suerte del mundo estos emprendedores que en plena pandemia se lanzan a esta aventura en un rincón más allá del bien y del mal. Con sorpresa, vemos aparecer por una callejuela a un cocinero todo de negro, con un elegante gorro y nos comentan que es uno de los socios del desafiante negocio, un cocinero con estrella michelín. Hay que recordar este pueblo, aunque su nombre no es precisamente un logro publicitario, Meaus.

Volvemos a Portugal y volvemos a otro pueblo histórico con su precioso castillo en lo alto del lugar. Es Montalegre. La torre central está defendida por torreones y murallas más amplias que las que hemos visto hasta ahora. En su recuperación vemos atrevidas intervenciones modernas en hierro y cristal que respetan y engrandecen el conjunto.

Montalegre es la patria del embutido de esta región de Tras os Montes. En enero vendremos a la feria del Fumeiro, donde se enorgullecen de sus jamones y de la variedad de chorizos y morcillas. Hay que rebajar el orgullo patrio por el ibérico y probar el cerdo bísaro, el autóctono de esta región norteña, que ha sido recuperado casi de la extinción y hoy está cuajando una merecida fama. Somos testigos.

Muchos Ayuntamientos de los que vemos por aquí carecen de banderas en sus fachadas. Nos llama la atención por lo acostumbrados que estamos al frenesí de telas de colores que lucen nuestras casas consistoriales. Local, provincial, autonómica, nacional, europea, de cofradías, de causas varias…Quizás los portugueses entienden mucho mejor qué es eso de la patria. Desde aquí lejos comprendemos la ridiculez de la constante guerra de banderas que se vive en muchos lugares de España. Se discute por un problema que es simbólico, no real, porque no nos atrevemos a debatir sobre los problemas reales que se están encubriendo con las telas de colores.

Como recuerdo de ritos ancestrales es famosa en Montalegre la celebración de la Fiesta de las Brujas, todos los Viernes 13. Hay que recordar que estamos en tierras de nieblas y mitologías celtas. Esos días hay músicas, danzas y fiestas en torno al castillo.

Pasamos por aldeas que nos invitan a visitar el “Forno Comunal”, lugares donde los vecinos acudían a cocer el pan. Vemos que algunos aún se utilizan ocasionalmente. No son grandes construcciones pero hablan de un pasado de supervivencia en el que la unión en torno a los recursos ayudaba a sobrellevar las necesidades de cada día.

Llegamos a Soutelinho da Raia, otro de los pueblos interesantes de la frontera. Al principio nos miran con recelo, como turistas con posibilidades de traer el bicho encima, luego, con la confianza mutua tras la mascarilla, nos van explicando algunos detalles sobre este pueblo fronterizo. El acuerdo del Couto Mixto hizo que este pueblo quedara en Portugal, pero con la línea fronteriza en la última casa del pueblo. Se comenta con humor que alguna casa tenía una entrada por Portugal y otra por España. Tras una pared descuidada en una carretera de posguerra hay un viejo cartel que dice España. Esta es la frontera. Es fácil imaginar aquí el trasiego de mercancías y gentes en los tiempos en que esta línea separaba dos países desconfiados uno del otro. Guardinhas y guardias civiles vigilarían estas zonas rurales con el mosquetón al hombro buscando siempre al contrabandista que se buscaba la vida.

Cuando estamos sobre esta línea invisible somos realmente conscientes de lo que supone la Europa actual. Apreciamos la ridiculez histórica de las fronteras. La tierra, el paisaje, la naturaleza y las gentes son las mismas, pero los dueños de las leyes y del poder obligan a que sean diferentes. Solo aquí alcanzamos a ver la importancia de la Unión Europea, no solo por la unión de monedas, de legislación, de culturas sino por el hecho de cerrar el tiempo en que veíamos a los del otro lado como enemigos. Ahí están las fortalezas y castillos como testigos de esa historia de guerras y muertes entre gentes hermanas. ¿Estará cercana la República Ibérica de la que hablaban Pessoa y Saramago?

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Muy buena descripción. Yo soy hija de esos emigrantes que dejaron estas tierras Arraianas y ahora, después de muchos años, he vuelto a vivir en estas maravillosas y desconocidas tierras. Estoy tan orgullosa de mis orígenes gallegos y portucueses…mejor dicho *da Raia Seca*

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