Así hablaba el bien recordado Gila cuando se refería a las piedras de Atenas y de Roma. Pero nada más entrar en el Coliseo, la sensación de asombro que se produce hace olvidar el resumen humorístico de Gila. Creo que si el emperador Tito se asomara un momento por aquí reiría muy satisfecho de ver tanta gente en su Coliseo. No hay fieras, ni luchas, ni gladiadores, ni sangre, ni gritos. A todos se nos ve felices, además pagamos por entrar y nos conformamos con ver sencillamente las piedras y ladrillos de una ruina de hace dos mil años. Somos muy raros los ciudadanos del imperio actual. Sin embargo continuamos alimentándonos de “panem et circenses” como en la vieja Roma. El circo nos lo sirven hoy en pantallas de diversos tipos y formatos. Así es suficiente para hacernos olvidar nuestras miserias diarias, como sucedía en los siglos imperiales. Todos estamos tan entretenidos con nuestra foto, nuestro Facebook, nuestra serie, nuestro partido, nuestro video güay, que nadie tiene tiempo para protestar por un trabajo y sueldo miserable, ¡el que lo tiene! ¡Ya firmamos manifiestos on line!
Seguimos alimentándonos cada día de las luchas, las guerras, las persecuciones y sobre todo de los ríos de sangre que aparecen en nuestras pantallas. Nos parecen unos salvajes esos romanos que veían en esta arena cómo un oso destrozaba y hacía pedazos a un hombre, o cómo un león se comía a otro todavía agonizante… Pero cada día nuestras pantallas nos ofrecen un espectáculo igual de cruel, un niño muerto en la playa, una mujer contra una alambrada, un policía disparando a inocentes…Son nuestra ración diaria.
Desde las ocho y media hemos ido llegando a la arena los nuevos gladiadores. Primero, un vistazo general. Luego un análisis del recorrido y de la actuación posible. Hemos preparado las armas y nos hemos lanzado a la vana tarea de encerrar tanta maravilla y tanta historia en unas simples imágenes. ¿Qué fotos quiero hacer yo?, me he dicho. Y no he sabido responder. Todo ya está hecho. Solo he intentado reflejar la actitud de la gente ante este mito de la cultura romana. He andado despacio, he subido y bajado repetidas veces hasta empaparme de estas viejas paredes. Nunca había visto ladrillos tan magníficamente aprovechados. Pensaba que todo era de piedra, pero solo es la estructura exterior. Estos ladrillos parecen eternos, como Roma. He visto poner ladrillos en las iglesias mudéjares de Cuéllar y convertirse en polvo tan solo en quince años. Parece que los romanos construían algo más en serio que nosotros.
En el Foro he vuelto a recordar las palabras de Gila. Todos estos edificios han servido de cantera a los romanos hasta el siglo XIX y ahora se nos muestran como un conjunto de columnas rotas y piedras tiradas. Es difícil hacerse a la idea de que esto fue el centro económico y político del mundo durante siete siglos. “Sic transit gloria mundi”, diría el vecino de al lado.
Vespasiano comenzó el Coliseo con los dineros que había conseguido en la guerra contra los judíos. Antes fueron los hispanos, los galos, los tracios, los bretones… Todos los imperios se construyen con las riquezas de las conquistas exteriores. Siempre con la espada, claro. Luego fue Carlomagno. En el siglo XVI nosotros hicimos nuestro imperio con la plata y el oro esquilmado en América. Llegó el tiempo de los ingleses, de los franceses, que también saquearon las colonias con su poderío militar. En el siglo XX aparecieron los americanos y nos convirtieron a todos en sus colonias. Hoy el dominio del imperio es más sutil. Pero desde la City londinense y desde Wall Street se controla el mundo bastante mejor que desde este Foro y este Palatino. Ahora los centuriones se llaman Apple, Microsoft, Facebook, JP Morgan, HSBC, Exxon, Shell… También se esfuerzan para que no nos falte ni pan, ni circo. Así pueden vivir más tranquilos.
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