Editado Por Redacción Cuéllar en Ago 30, 2018

Puerta grande.

Toreo del bueno el que se vio en la jornada de ayer en la plaza de toros de Cuéllar. Con sus diferencias y sus matices, pero con un temple y un gusto que está en manos de muy pocos en el toreo actual. Tres faenas distintas, tres conceptos del toreo, y tres protagonistas, Daniel Luque, David Mora, y Javier Herrero. Los tres abrieron la puerta grande y fueron muy poquitos, menos de media entrada, los ojos afortunados que lo vieron.

Abrió el primer capítulo de la tarde, David Mora con un toro incierto de La Glorieta. Pero cuando salió al ruedo el sevillano Daniel Luque empezó a tocar la música y mandola parar, para realizar una faena muy valerosa, metiéndose entre los pitones de un castaño de Lagunajanda, muy ofensivo y parado, frente al que se  la jugó el torero sevillano, de verdad, para arrancar una oreja de mucho mérito.

Y cuando cogió la muleta en su segundo, esta vez si sonó la música ante una gran faena del sevillano, que toreó a placer a un gran toro de Lagunajanda. Y lo hizo con una magia y un temple exquisito por ambos pitones, para terminar la faena mandando de nuevo parar la música, y pegarle una última serie de antología, que puso la plaza boca abajo, y que le llevó a conseguir las dos orejas y el rabo.

Mucha torería también, la de David Mora, que continúa su idilio con Cuéllar. Y en su segundo toro realizó una faena, muy de Mora, con muletazos muy templados, llevando al toro muy largo y entregado en la muleta del madrileño, que remató sus series con unos grandes pases de pecho. Mora consiguió las dos orejas, y demostró en Cuéllar que está plenamente recuperado, lo que es una gran noticia para la fiesta.

Finalmente, no se quedó atrás Javier Herrero, que salió muy decidido, y toreó muy bien con el capote, a la verónica a sus dos toros. Toreando siempre de frente, muy bien colocado, y echando la muleta por delante, el cuellarano realizó dos bonitas faenas, con gusto y torería, que remató en su segundo con unos muletazos soberbios por abajo. Llenos de torería y poderío, que le abrieron una vez más la puerta grande. ( Una oreja en cada toro).