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Camino del Cid (9): por la taifa de Zaragoza

  • Daroca

El paso hacia Aragón siempre ha sido el valle del Jalón. Por aquí se encaminaron las tropas del Cid a buscarse la vida, entre botines ganados y tributos recibidos de los pueblos y castillos que querían la paz con los recién llegados. El Cantar narra con toda crudeza las batallas contra los musulmanes:

A Minaya Alvar Fañez bien le anda el caballo,

De estos moros mató a treinta y cuatro;

Con su espada afilada, sangriento lleva el brazo,

Por el codo abajo la sangre goteando…

Tantos moros yacen muertos, que pocos vivos han dejado

Pues en la persecución, sin temor les fueron dando.

Es difícil para nosotros hacernos una idea de aquellas batallas con cuerpos sangrando y espadas buscando el golpe mortal. Y ahora acusamos a las películas de recrearse en la sangre…

Voy siguiendo la vieja carretera nacional 1 que se contornea por el valle recorriendo pueblos hoy casi perdidos. Es una gran hoz donde se encuentra Alhama de Aragón, famosa por sus aguas medicinales desde los romanos hasta los actuales tiempos del Inserso. Luego me encuentro con Bubierca al lado de un cruce espectacular de vías, Ave y autovías que sobrevuelan el valle. Parece que en unos metros está sintetizada toda la historia del desarrollo de las últimas décadas. Toda la discutida transición se resume en un cruce de infraestructuras que enterraron la España del subdesarrollo.

En lo alto, ocupando el lugar de lo que fue un castillo árabe hay una iglesia de dudoso gusto. Igual ocurre en Castejón. Está claro el empeño por marcar los lugares donde los enemigos y sus dioses eran fuertes. Pero ya veo que el siglo XX fue aún peor: hay una epidemia de corazones de Jesús en los lugares más altos a lo largo de todo el valle. Se mantiene la pátina imborrable del Nacionalcatolicismo. ¿Quién se atreverá a quitarlos? Ocupan espacio de todos, ¿no?

En Ateca me entero de que es la patria del chocolate. Aquí cerca, en el Monasterio de Piedra los monjes elaboraron por vez primera chocolate con el cacao de América. Luego se instalaron fábricas. Hueso fue la más conocida, transformada más tarde en Valor. Hoy huele todo el pueblo a los “huesitos”.

Calatayud me defrauda un poco. Parece que El Cid nunca llegó hasta aquí porque estaba muy bien defendida. Entonces ya era Qal´At Ayyud, el castillo de Ayud. Antes había sido la Bilbilis romana, de la que procede el gentilicio ¨bilbilitanos” para sus habitantes. Como todo el mundo, yo también había pasado muchas veces por la autovía pero nunca había parado. Es un “pueblo grande”, no la ciudad que pensaba, aunque tiene el título desde 1362. Mantiene un sabor provinciano y sobre todo mudéjar. Es la puerta al Mudéjar Patrimonio de la Humanidad. Empiezo a ver esas esbeltas torres cristianas que son en realidad minaretes árabes reconvertidos, adaptados, copiados o recreados. Aragón es mudéjar, porque los árabes permanecieron aquí mucho más tiempo que en Castilla, Por esa razón apenas hay románico en esta zona. Cuando los tiempos fueron seguros ya se construía en gótico. Ladrillos, azulejos y yeserías, todos son gótico mudéjar. Aquí se reunieron las primeras Cortes de Aragón y aquí juró como heredero de la Corona el que luego sería Fernando el Católico

Calatayud fue fundada por árabes del Yemen. Luego vinieron muchos más. La mayor parte se quedaron y se mezclaron. Hoy, los que fueron antiguos árabes, no reciben demasiado bien a los nuevos musulmanes que llegan buscando una nueva vida. Luego continúo encontrando musulmanes por todos los pueblos.

Después de Calatayud el Camino del Cid sigue el valle del Jiloca. Es todo un muestrario de las torres-minarete moras. Los pueblos se colocan en las laderas al sol, a veces fundidos con el paisaje como en Fuentes de Jiloca o pintados de blanco como en Montón. Tienen un toque particular. Todos están recuperando el azul añil, recuerdo árabe como tantas otras señas de identidad. Fue traído por los musulmanes, aunque también se lo conoce como índigo, de raíz latina, porque procedía de la India.

Daroca me emociona. Mi abuelo me trajo aquí un verano con 9 años a visitar a mis primos maños. Fue un viaje de los de antes. Un día completo de viaje en tren, taxi, autobús… y de emociones nuevas para un niño que no había salido de Cuéllar. Creo que fue entonces cuando mi abuelo Benito me inoculó el gusanillo del viaje… y en esto sigo. Daroca es una maravilla. Recordaba alguna fuente, la plaza donde vivíamos, la casa, las murallas, los toros embolados… Es increíble la memoria de un niño. ¿Adónde se fue?

He paseado las calles de esta pequeña ciudad de día y de noche. Daroca tiene un encanto especial. Es cristiana y es mora. Sus murallas son árabes, pero sus casas son de aire cristiano. Sus callejones son propios de zoco árabe pero sus bares sirven ya el rico jamón de Teruel. Hay una gran Calle Mayor que recuerda la España de siempre y un sinfín de callejones que recuerdan a la morería de siempre.

Aparecen iglesias que fueron románicas, fuentes de veinte caños, murallas y torres por todas partes, puertas defensivas que más que intimidar invitan a entrar y escuchar la musicalidad del acento en los bares al lado de un vino de Somontano y un jamón de Teruel.

De aquí parte el llamado Anillo de Gallocanta, que, como otros anillos y correrías del Camino, no sigo porque se haría eterno el recorrido, como casi eterno fue para el Cid. Tan eterno que no regresó. Por esta Taifa de Zaragoza estuvo bastante tiempo el Cid histórico al servicio del rey musulmán de Zaragoza, como aliado en las batallas tanto contra moros de Lérida o Valencia, como contra cristianos catalanes o aragoneses. Las alianzas eran pasajeras y las guerras constantes. Así fue la llamada Reconquista. La religión contaba poco. Lo que buscaba cada rey, grande o pequeño, era afianzar su poder y agrandar sus dominios. Lo demás es literatura.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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