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Cuellaranos nómadas por Australia

Vivimos una larga preparación del viaje tras dos años de espera por la pandemia. Viajar es ahora más complicado. La incertidumbre del viaje se suma a todas las contradicciones y las normativas inexplicables que hemos sufrido durante la pandemia. Más miedos, pero más ganas. Ahora sentimos más lo vulnerables que somos. Todo es más incierto. Pero volvemos al camino. Volvemos a ser nómadas.

Volvemos a sentir la ansiedad, la locura y la ambigüedad de los aeropuertos. Acudimos allí para que nos transporten a nuestros paraísos. Pero los aeropuertos son espacios muy extraños. Allí nadie conoce a nadie. Cada uno nos movemos por nuestro propio interés. No hay ningún tipo de lazo o de comunidad. Somos personajes solitarios buscando cada uno nuestra propia historia.  Cada vez más son el mejor reflejo de la sociedad que estamos creando. Realmente son “no lugares” como los definen los filósofos modernos. Nadie los habita. Todos vamos de paso. Pero residimos  allí largas horas y sobre todo vivimos allí tensiones y  pasiones fuertes. Allí somos disciplinados y obedientes, como nos exigen los profetas del metaverso.

En unos pulidos sillones del “no lugar” de Doha, en Qatar, nos amontonamos más de 500 personas sufriendo las horas de retraso de nuestro vuelo a Australia. Hay caras y colores diferentes. Muchas razas, ropas, lenguas. Objetivos y pasiones muy diferentes. Pero ahí estamos todos callados, pasivos, aburridos y sin ninguna queja ante la falta de explicaciones. Somos buena gente. Somos confiados y  nos manejan bien. Al final embarcamos sin problemas en un Airbus 380 que es al gran monstruo de la aviación. Parece imposible que esta mole pueda elevarse.

Este segundo tramo, entre Qatar y Sidney, es muy largo. Más de 14 horas cruzando todo el Océano Índico. Los asistentes de vuelo nos preparan para estos vuelos de la modernidad. Nos proveen con mascarillas, geles, guantes, calcetines, cepillos, pasta de dientes…y sobre todo nos alimentan bien para que estemos lo más entretenidos posible. Los niños lo sobrellevan con resignación y sus padres más aún. 

Volando tantas horas sobre un horizonte curvado resulta imposible creer que aún  haya especímenes de Homo sapiens que digan que la tierra es plana. Desde aquí arriba nuestro planeta se ve redondo y maravilloso, incluso en la inmensidad de los desiertos que atravesamos.

Casi no nos damos cuenta de que somos unos viajeros privilegiados del primer mundo. Nos han dado visados y certificados sin ningún problema. No tenemos que dar explicaciones en el control de Migraciones y nos reciben con amabilidad. Solo podemos viajar así los habitantes del primer mundo. Cada vez menos. La mayoría de los habitantes del planeta y sus respectivos países son vistos como sospechosos de lanzarse a la emigración y a la búsqueda de una vida mejor. El mundo cada vez es más pequeño, más limitado y más escaso de recursos. Las fronteras se cierran. No somos conscientes de nuestros privilegios.

Australia siempre atrae porque está más allá de todo. Más allá de los límites normales, más allá del océano, más allá de nuestra cultura y más allá de nuestra forma de entender la vida. Nos atraen sus paisajes, tan variados y extraños, sus gentes tan peculiares y tan adaptadas a una tierra y a un país tan nuevo que lo están creando constantemente. Por amables azares del destino pasé allí tres veranos hace unas dos décadas. Hoy vuelvo como quien regresa a una antigua casa y a unos viejos amigos para ver cómo ha cambiado todo y sentir cómo la vida sigue llevándonos de la mano.

Acaba de empezar el invierno en Sydney. Nos recibe con frío y humedad. Disfruta de un clima parecido al de Barcelona. Pero Australia es todo un continente, tan extenso como Europa, y nos esperan climas y temperaturas muy diferentes. Estamos en el sureste, con clima tipo mediterráneo. Fue el lugar más habitable que encontraron los primeros colonos ingleses. Ésos que buscaban donde colocar a sus presidiarios para ocupar esta tierra desconocida y lejana. Ellos la consideraron “Terra nullius”, tierra de nadie. La ocuparon sin más. Desplazaron, alejaron, ignoraron y mataron a sus habitantes originales durante mucho tiempo. Nunca declararon una guerra, ni firmaron ningún tratado de paz con los habitantes originales, como hicieron en los lugares que colonizaron, incluso en Nueva Zelanda. Simplemente los ignoraron y trataron de aniquilarlos, algo que solo lo consiguieron en Tasmania. Luego pasaron a otro tipos de control de la población aborigen, a cual más vergonzoso e inhumano, hasta recogerlos en las auténticas “reservas” que son hoy muchas comunidades aborígenes. Ya iré comentando esa historia poco a poco. 

Hubo un tiempo en que su cultura me atrajo especialmente. En 2005 pasé un verano como trabajador voluntario en la comunidad aborigen de Yarrabah, al noreste, frente a la Barrera de Coral. Les ayudaba a manejar las fotos antiguas de sus archivos con programas como Photoshop y Pinnacle. Para mí fue una experiencia inolvidable. Para ellos…no sé. En realidad no me hacían mucho caso, pero pasé ratos muy buenos conversando y viéndoles disfrutar de esa vida tan sencilla en la que apenas hacían nada, simplemente sentarse y mirar al bosque o al mar. Las viviendas de la comunidad (casas prefabricadas proporcionadas por el Gobierno) estaban frente al mar en una playa de ensueño para un occidental. Vivían en el paraíso, pero no lo sabían.

P.D. En los videos que acompañan a estas crónicas, junto a las fotos, los videos, los comentarios y la edición propia, me he animado a completarlos con temas musicales propios. Son composiciones breves, con ligeras variaciones para diferentes espacios musicales. A veces con texto, a veces simplemente instrumentales. He contado con la inestimable ayuda técnica del amigo Santi y de Luis Gutiérrez.. No espero conseguir un oscar, simplemente quiero complementar este trabajo y sentirme estimulado para hacer música, algo que siempre me ha cautivado.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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1 Recado

  1. ¡Hay qué ver qué intrépido viajero está hecho Jesús! Es una ilusión que está satisfaciendo cada año. Lo importante es que disfrute y trasmita sus emociones a los que seguimos sus aventuras por el mundo.

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