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Fin del viaje: las doce tríbus de Israel

Ahora nos damos cuenta de que hemos pasado diez días en un país bastante extraño. Muy interesante, pero muy raro. Pequeño, pero muy variado. Está habitado por un conjunto de gentes variopintas, no solo divididas en dos sociedades irreconciliables históricamente ( judíos y palestinos) sino que dentro de la primera caben todos los grupos imaginables. Proceden de las doce tribus bíblicas, pero hoy da la impresión de que aún se mantienen por lo heterogéneo de las calles de este país.

Según la Biblia Jacob tuvo doce hijos que se repartieron por la Tierra Prometida, cuando volvieron de la cautividad de Egipto. Es una forma figurada de explicar míticamente la repoblación de esta tierra con anterioridad al año 1000 a.C. A veces da la impresión de que todavía viven por aquí esas doce tribus, o más… Eso pensamos cuando, para identificar a estas gentes, manejamos términos que son todos parecidos, pero nunca iguales. Hablamos de israelíes, que no es lo mismo que judíos. Hay judíos sefardíes y judíos askenazíes. “Judíos” no es lo mismo que hebreos, que israelitas y es diferente de sionistas. ¿Confuso? También hay judíos etíopes (que son negros), judíos seculares o ateos y judíos ultraortodoxos. Además son ciudadanos de este país los árabes israelíes y los árabes cristianos. Para terminar de completar el puzzle social no hay que olvidarse de los cristianos y otras pequeñas comunidades como los beduinos, los samaritanos o los drusos. Bastante complicado, ¿verdad?. Es una tierra marcada desde hace tres mil años por el veneno de la religión más sectaria y el nacionalismo más intransigente. No habrá solución al conflicto mientras se mantengan esas coordenadas imposibles.

La realidad nos muestra un país militarizado, donde los jóvenes dejan tres años de su vida en el ejército, con una metralleta siempre al hombro. Las chicas cumplen dos años, en las mismas condiciones. Todos lo ven como una necesidad para defender un país que siempre se siente amenazado y vive en guerra permanente. Es una sociedad triste. La gente siempre es desconfiada ante el diferente. Muchas veces se muestran secos, agrios y de difícil sonrisa, incluso quienes están detrás de un mostrador turístico. Deben de ser los rasgos que han quedado marcados en el ADN de un pueblo que se ha sentido perseguido desde hace 2500 años, cuando Nabucodonosor destruyó el primer Templo y se los llevó esclavizados a Babilonia. Y debe ser el precio de ser el pueblo elegido por un dios que nunca dudó en enviar a su pueblo a todas las guerras y masacres que la historia les puso por medio.

Hay que suponer que la vida de un pueblo es como la de un niño. Si vive en la desconfianza, siempre acosado, perseguido y humillado…solo aprende a desconfiar, acosar y humillar. Ahora los judíos se encuentran en el lado contrario donde históricamente han vivido. Desgraciadamente practican ahora con los palestinos lo que la historia ha hecho con ellos. No olvidemos que fue un judío el que inventó el psicoanálisis, que sería la única terapia para esta sociedad esquizofrénica, dividida y enfrentada. Alguien los tiene que sentar en el diván para mirarse despacio a sí mismos. Así lo intenta Daniel Barenboim desde 1999, sentando a judíos y palestinos a tocar música en la Orquesta del Diván Este-Oeste. Por ahora solo la música les permite superar la esquizofrenia. No es poco.

Sin duda es un pueblo extraño. ¿Cómo entender que los judíos, que representan el 0,2% de la población mundial hayan recibido 170 premios Nóbel, es decir casi el 25 % de los concedidos?. En el otro lado, los musulmanes que son 1200 millones han conseguido 7 premios Nóbel. ¿Qué explicación puede haber? Dicen que la educación, que comienza de manera estricta en el ámbito familiar, transmitiendo conocimientos y tradiciones, y trasmitiendo el amor por los libros, empezando por el amor a El Libro.

En fin. Se viaja siempre por curiosidad, por conocer cosas nuevas y gente diferente. Y por eso mismo este país no nos ha defraudado. Es un país muy significativo de los convulsos tiempos en que vivimos, donde caben las mayores barbaridades y carnicerías junto a las acciones de personas altruistas, que se dejan media vida, incluso la vida entera, por mejorar un poco este mundo.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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