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Georgia (3): El paso por el Gran Cáucaso

Las relaciones de Georgia con Rusia siempre han sido buenas, excepto en los tiempos actuales. En 1801 Georgia pasó a formar parte de su gran vecino del norte. Conoció entonces nuevo desarrollo y los rusos descubrieron las bondades de esta tierra para pasar aquí sus temporadas de descanso. Desde hace tiempo es su lugar preferido de vacaciones. Hay playas, mar, montañas, nieve, vinos, valles apacibles.

La ruta que ha favorecido todo este intercambio es conocida como “La carretera militar”. Hoy hemos hecho este recorrido, desde Tiflis hasta la frontera rusa. Tiene fama de que es una de las carreteras más espectaculares del mundo. No defrauda. No conozco el resto de las carreteras espectaculares, pero, desde luego, es mucho más espectacular que la carretera a Campaspero. Además es segura, amplia y fiable, lo que permite gozar tranquilamente del paisaje. No ocurre así en las carreteras andinas, por ejemplo.

Este paso ha sido utilizado desde la antigüedad y ya los historiadores Plinio y Estrabón hablaban de él como una vía por donde se movían guerreros y comerciantes. Luego en el siglo XIX los rusos decidieron arreglar la carretera para facilitar sus amplios movimientos de tropas. Consiguieron hacer un paso seguro y se convirtió en la mejor carretera de la Rusia de los Zares.

Desde Tiflis va ascendiendo poco a poco hasta llegar al Paso de Jvari a 2370 metros, en medio de unos espectaculares picos nevados. Es el mejor paso por la cordillera del Gran Cáucaso. Dejamos al lado algunas fortalezas que siempre han defendido esta vía. La más conocida es la de Ananuri, con su iglesia amurallada, que ha defendido estos lugares desde el siglo X. Ahora se levanta imponente sobre un pantano que hace aún más maravilloso el valle. Más arriba vemos lugares para diferentes tipos de deportes aventureros. Hay parapente, quads, caballos, trecking, rafting…Todo en medio de una naturaleza majestuosa. He llegado a sentir envidia cuando he visto justo al lado cómo salían volando con el parapente sobre el azul del cielo, gozando de unas perspectivas imposibles para los timoratos como yo.

Al otro lado del Paso de Jvari está Stepatsminda, la última ciudad georgiana antes de la fontera. Está en el fondo de un valle de naturaleza casi virgen, a la sombra del monte Kazbegi, que llega a los 5047 metros de altitud. En estos valles se retiraban los escritores rusos, Tolstoi, Pushkin, Gorgi, buscando la paz, la inspiración y sobre todo el contacto con la belleza y la naturaleza. Hay un monasterio que domina el valle y que es de gran devoción para toda Georgia y buena parte de los rusos. Hasta allí suben hileras de todoterrenos para hacernos disfrutar de las panorámicas más maravillosas de toda Georgia. Tolstoi sabía bien dónde venía.

Siempre han sido unas montañas míticas. Los griegos situaron en este monte Kazbegi la cueva donde Zeus encadenó a Prometeo, por haber robado el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres. Un águila le comía cada día el hígado, pero, como era inmortal, le volvía a crecer por la noche. Así eternamente…hasta que Hércules lo liberó de la pena. El castigo para los hombres fue aún peor: Zeus hizo que Epimeteo, el hermano de Prometeo se enamorara de Pandora y que ésta en un momento de curiosidad incontenida abriera la caja donde estaban encerrados todos los males. La guerra, las pestes, el hambre…se extendieron por toda la tierra, como un castigo divino por la curiosidad de una mujer. Nosotros admitimos un mito parecido ¿no es cierto?. ¿Acaso nuestro dios es el verdadero y los demás son falsos ídolos?. Todos los mitos intentan responder a las mismas preguntas, en este caso quieren explicar poéticamente de dónde procede el mal que vemos extendido por el mundo.

Los Prometeos siguen hoy existiendo. Algún escritor ha llamado así a Julián Assange, fundador de Wikileaks, y Edward Snowden, revelador de secretos de la NSA. Ambos han entregado a los hombres el valioso fuego de nuestros días, el sagrado big data, datos y más datos que solo estaban en manos de los dioses actuales, las agencias de espionaje, que todo lo saben, todo lo vigilan y todo lo controlan. Uno refugiado en la Embajada ecuatoriana en Londres y el otro en algún lugar de Rusia, están encadenados, al igual que Prometeo, penando su atrevimiento de desafiar a los dioses.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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