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Nómadas por Australia (8): Tierra de pioneros

Tierras de pioneros

Durante todo el día vamos recorriendo la región de las Tablelands y las bellezas que esconde a los ojos de los que siempre van con prisas. Es una zona de meseta con clima tropical húmedo. Las lluvias alimentan numerosas corrientes de agua que desde esta penillanura van cayendo hacia el mar por diferentes barrancos y gargantas en innumerables cascadas que alegran un recorrido de una belleza inigualable en cualquier otro lugar. Van apareciendo en nuestro camino, apenas sin buscarlas. Están muy bien indicadas y, en general, con un buen acceso. 

Primero llegamos hasta Milla Milla Falls, una catarata típica de postal, una gran melena de agua que, incluso en esta estación seca, se muestra ruidosa y exuberante. Luego nos acercamos a  Zillie falls y Ellinjaa falls, dejando otras cuantas que nos anuncian en la carretera para seducirnos. Ya tenemos muy asumido que los viajes están hechos de renuncias, como la vida misma, Hay que elegir, no podemos visitar todas las cascadas, pero nos alegra la riqueza de esta tierra tan exuberante en aguas, bosques y cultivos. Hay viejos cráteres volcánicos que hoy son preciosos lagos circundados por un rain forest siempre verde. Encontramos caminos trazados para andar por todas partes, pero el que más nos interesaba, alrededor del lago-crater Barrine, está cerrado por obras. Nos conformamos con su versión más corta.

Nos restauramos con una buena comida en el viejo hotel de Malanda, todo de madera. Estos lugares guardan un encanto especial para nosotros. Parece que conservan entre sus paredes parte de la historia que han vivido. En todos ellos cuelgan fotografías de los viejos tiempos, cuando estaban repletos de trabajadores, agricultores, madereros o mineros, bebiendo cerveza o posando con sus arregladas señoras los domingos y fiestas de guardar. 

Ermitas probó el Tbone, un corte de chuleta diferente al nuestro, que hace honor a la forma en T. Estamos en tierra de ganado y la carne nunca  decepciona.

Encontramos sitio en el Camping de Yungaburra, junto al lago Tinaroo. El día nos despide a las 5,45 con un precioso atardecer, cortesía del trópico. Una gran riqueza de tonos cálidos que nos sorprenden  cada tarde y que resultan irreproducibles  en fotos. Luego nos acercamos hasta  el Hotel-pub  Peeramon, que yo conocía como “el más antiguo de Queensland”. Pero ya no es lo que era. Está totalmente reformado… en hierro. Mantiene su encanto sobre todo por los personajes que allí encontramos, como nos ocurre en otros. Personajes solitarios que se apuestan en la barra para tomar unas cervezas después de todo un día de trabajo. Para cumplir con el tópico, siempre hay camareras jóvenes, simpáticas y que charlan alegremente con los clientes. Siempre los recuerdo así. También alguna vez yo acudía solo a estos pubs y no me faltaba conversación. En alguno de ellos me quedé a dormir, porque toda la planta de arriba siempre ha sido el hotel del pueblo. Me sorprendió que las habitaciones no tenían techo propio sino que su techo común era el alto tejado que cierra el edificio. Así continúan algunos y mantienen ese viejo espíritu de los pioneros

Cuando nos despertamos junto al lago nos damos cuenta de que ya no hace frío. Nos sentimos felices de olvidar las mañanas en las que íbamos arrecidos a asearnos y prepararnos para el camino de cada día. Seguimos conduciendo por la meseta de las Tablelands, camino del Daintree. Paramos a dar una vuelta en Atherton que ocupa el centro de esta región de fértiles tierras. Tienen origen volcánico y por ello mantienen una riqueza en minerales que permite que sean buenas para cualquier cultivo. Vemos aguacates, mangos, plataneras, chirimoyas…

Antes de que llegaran los “conquistadores”, que aquí se conocen como los pioneros, toda esta zona estaba ocupada por el “Rain forest”, el bosque tropical húmedo. Los recién llegados se dedicaron a talar los grandes árboles porque la industria maderera les proporcionaba una riqueza inmediata. Hace tiempo que aquella fiebre finalizó. Los grandes claros en el bosque están hoy ocupados por las fértiles tierras de cultivo. El bosque tropical aparece por diferentes lugares  invitando a recorrer las sendas de todo tipo, bien señalizadas y llenas de interés paisajístico, botánico, geológico…

Nos acercamos a ver el Courtain Fig Tree, uno de los grandes árboles, tipo higuera estranguladora, que pasa de los 500 años de edad. La semilla de estos árboles es depositada por las aves en lo alto de otro árbol y, desde allí, comienza a lanzar sus raíces verticales descendiendo hasta el suelo. Una vez que se enraízan en el suelo, el árbol de acogida está sentenciado. Termina estrangulado por el abrazo mortal del habitante parasitario. Es la ley de la selva, al pie de la letra. Hay varios ejemplares más repartidos por la zona, pero éste es el más conocido y estudiado.

Atherton es el centro comarcal de las Tablelands. Encontramos comercios de todo tipo. Las tiendas de ropa ofrecen atuendos muy prácticos lejos de toda idea de modas actuales. Zara queda muy lejos. Es zona de granjeros, de hombres prácticos y mujeres austeras. Nos llama la atención una tienda de gemas y piedras. Algo muy propio de esta tierra de mineros y pioneros. Nos dejamos enredar y salimos del lugar con un buen acopio de piedras semipreciosas que serán un buen regalo para nuestra gente querida, en otra tierra donde desconocemos estas preciosidades.

Por esta zona apenas se ven aborígenes. Desde la llegada de los ingleses siempre fue una zona rica y codiciada por los minerales, por la madera y por las fértiles tierras. Enseguida los hicieron desaparecer. Desde entonces la mayoría de comunidades aborígenes se sitúan en zonas retiradas y sin atractivo para los blancos. A día de hoy todavía continúan coexistiendo como dos culturas en paralelo. Han reconocido sus derechos a la tierra en algunas partes y sobre todo los han reconocido como ciudadanos australianos. Algunos se van integrando en la sociedad de tipo occidental. Pero es muy difícil su adaptación porque el salto cultural es enorme. Proceden de un modo de vida seminómada, sin posesiones, sin nuestro sentido del trabajo, pero completamente integrados con la naturaleza, que consideran sagrada y digna de todos los respetos. De ahí han procedido siempre los mayores conflictos, desde la explotación de las primeras minas o la construcción de vías férreas en lugares sagrados, hasta la reciente disputa por ascender al sagrado monte Ulurú, simplemente por capricho turístico. Nunca los han valorado como lo que son: un pueblo muy antiguo con un modo de vida anterior al Neolítico y con toda una cultura conservada desde entonces. Es un verdadero lujo tener al lado personas que han conservado los modos de vida, el pensamiento y los valores de hace más de 40.000 años. Hoy ya todo está roto. Por un lado, es muy difícil adaptarse a una sociedad moderna y, por el otro, es imposible intentar mantener su cultura aborigen en un mundo tecnológico.

Continuamos por la carretera Kennedy Hightway que es la espina dorsal de estas Tablelands. Pasamos Malanda, famosa en toda Australia por sus buenos productos lácteos. Vemos vacas blancas y negras que lo atestiguan. Seguimos hacia el norte buscando lo más profundo del rain forest. El paisaje va cambiando. Vuelve el ecosistema del bush, el bosque típico australiano. Eucaliptos de mayor o menor altura según la cantidad de lluvia recibida. En cada lugar nos siguen llamando la atención los antiguos pub-hoteles en madera que, con sus amplias barandas, siempre me recuerdan las películas del oeste. Muchos de ellos continúan ofreciendo lo mismo que hace más de un siglo. Comida, bebida, salón para juegos o apuestas varias, y salón para música en directo, como hemos visto en algunos. Nos detenemos en el Hotel National de Mount Molloy. Como buen pub dispone de unos cuantos platos a cualquier hora. Elegimos unos rollizos de primavera de cocodrilo y unos calamares. ¿A la romana?. Realmente buenos y tiernos. La carne de cocodrilo es suave y sabrosa. Nos rodean algunos personajes pintorescos, enfrascados en sus cervezas. Lucen botas, sombreros, barbas peculiares, miradas desconocidas …Es la Australia profunda, la que vive más allá de las ciudades.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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