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¿Para qué sirven las guerras?

Cementerio memorial en Normandía.

¿Para qué sirven las guerras?

Dice el de antropólogo Eudald Carbonell que los miembros de la especie Homo sapiens aún no somos humanos, que simplemente estamos en un largo proceso de humanización hasta que nos alejemos por completo de nuestros viejos lastres de homínidos, de rasgos poco evolucionados. Las cargas más pesadas y más negativas que arrastramos de nuestros primates antepasados son la necesidad de establecer territorios y la presencia de jerarquías sociales. De estas marcas atávicas proceden todos nuestros problemas más graves. 

Necesitamos un territorio con recursos, necesitamos defenderlo o ampliarlo y para ello nos organizamos en rígidas jerarquías que históricamente nos han lanzado a guerras cada vez más devastadoras. El mayor problema es que ahora tenemos la capacidad de aniquilarnos y aniquilar la vida sobre el planeta. Ya no tenemos un dios que nos controle. Debemos organizarnos y controlarnos nosotros.

A lo largo de la historia la guerra ha sido la forma habitual de solucionar los conflictos. Siempre han sido conflictos por el poder sobre el territorio, envueltos en nacionalismo, religión, paraísos prometidos  y tesoros varios. 

Los Estados comenzaron a organizarse recaudando impuestos para afianzarse mediante guerras y así ampliar sus dominios. Hemos ido evolucionando un poco por medio de acuerdos, tratados e instituciones internacionales que intentan controlar las guerras constantes en las que derivan nuestras relaciones humanas.

La primera mitad del siglo XX fue devastadora para Europa. Tras los desastres de las guerras  surgieron nuevas propuestas, se afianzaron las Naciones Unidas, creció la Unión Europea, se borraron fronteras y los distintos gobiernos fueron reduciendo el montante de sus enormes presupuestos militares para destinarlo a educación, sanidad y mejoras sociales. Hemos mejorado mucho en nuestra calidad de vida, dentro de sociedades pacíficas. Ahora somos los países desarrollados que dedicamos a la defensa un porcentaje más pequeño. Muy lejos de lo empleado por Rusia, China, Israel, Arabia Saudí y, sobre todo, Estados Unidos.

Pero hoy parece que este camino “pacifista” ha chocado con un muro. En Europa ya no imaginábamos un conflicto militar con invasiones, tanques, masacres humanas…Estábamos en un buen camino evolutivo hacia la humanización, solucionando los conflictos por medio del diálogo y los acuerdos. Esto no era el paraíso, pero era un lugar elegido por los flujos migratorios de más de medio mundo.

Ahora todo se ha roto. Como en el mito de Sísifo, condenado a arrastrar una piedra hasta lo alto de una montaña desde la que volvía a caer de nuevo, así nosotros  cuando conseguimos  un periodo de paz volvemos de nuevo a iniciar otro tiempo de guerra. De nuevo estamos en un período de regresión. “Nada volverá a ser igual”, nos dicen. 

Ya habíamos visto la incapacidad de las Naciones Unidas para atajar los conflictos. Ahora comprendemos que su organización está viciada desde el principio por los poderes y las atribuciones del Consejo de Seguridad. Eduardo Galeano nos recuerda que los cinco países que tienen derecho de veto en el citado Consejo son, a su vez, los mayores productores de armas. Y los asientos de ese Consejo son parte de su negocio: “Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas”. Hemos vuelto al círculo vicioso, cuando en la feliz Europa pensábamos que ya estábamos fuera. 

Retornan las dialécticas sobre las identidades, los nacionalismos, las luchas religiosas, los muros en las fronteras, la necesidad de líderes fuertes… Todo el argumentario de las guerras pasadas. Ahora volverán a incrementarse los presupuestos para armamento, se reforzarán las fronteras, los vecinos serán enemigos y el mundo se dividirá de nuevo en bloques. En fin, una clara regresión en nuestra evolución para convertirnos en humanos. 

He oido estos días a Eudald Carbonell comentar que está convencido de que si no desaparecen las armas de destrucción masiva, tarde o temprano, terminarán por utilizarse. Es la visión de un antropólogo que habla desde sus conocimientos sobre este primate evolucionado…pero no tanto. 

Hemos conseguido alcanzar una conciencia planetaria de especie. La vida, la historia, los humanos estamos por encima de patrias y fronteras. Somos una misma especie viviendo sobre un mismo planeta de recursos limitados. Nuestra pervivencia como especie está en una gran incertidumbre debido al cambio climático. Necesitamos actuar con esa conciencia de especie, más allá de las defensas territoriales que nos llevan a guerras constantes. Si no hay soluciones globales no hay futuro. Disponemos de ciencia y técnica suficientes para atajar los problemas que hemos provocado. Pero nos falta desarrollar  las capacidades más específicamente humanas: colaboración, diálogo, acuerdos, solidaridad, deshacer desigualdades, reparto de recursos, control de violencia…

Si seguimos dejando el mundo en manos de los que controlan los recursos económicos parece bastante evidente que no habrá futuro. Europa avanzaba en una buena dirección. Putin es una regresión. China es una regresión. Todos los poderes autoritarios son una regresión porque solo buscan autoafirmarse por encima de cualquier límite establecido. Ante la ofensiva de Trump funcionaron los límites del liberalismo democrático. En Rusia, China y tantos otros, esos límites no existen.  A estas alturas no podemos seguir permitiendo que los recursos militares de aniquilación puedan estar en manos de un paranoico del poder. Ya hemos conocido esa historia.  Cualquier dilatador o gobernante autoritario hace el mundo más inseguro. 

Se debe dar un paso más en el funcionamiento de las Naciones Unidas.  Deben ser reformadas porque hoy son incapaces de resolver los conflictos y ése debe ser su mayor objetivo. El italiano Luigi Ferrajoli propone una “Constitución de la Tierra”, porque ante problemas globales se debe responder con soluciones globales. Nuestros gobiernos actuales solo actúan a corto plazo. El planeta no está en peligro, somos nosotros los que estamos en peligro.El planeta siempre sobrevive.  Necesitamos  dotarnos de nuevas normas y nuevos controles para protegernos de líderes paranoicos y de los intereses comerciales que no saben de la limitación de recursos. Hay que establecerlos porque nuestra conciencia planetaria lo exige. Si no, no habrá futuro. 

Autor: Jesús Eloy García Polo

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