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Por la raya de Portugal (10): De Almeida a Barca d´Alva

  • V. Almeida

Tanto aquí como en el otro lado, cuando se viaja al lado del Duero, no tardas en encontrarte un Monasterio Cisterciense. En mi camino aparece el de Sta. María de Aguiar. Hoy se mantiene como una hospedería. No llego a la hora de la visita pública pera me dejan ver algunas zonas donde puedo contemplar la Sala Capitular junto a lo que fue el Claustro, en su día. Tiene todo el aire austero, sin adornos ni concesiones estéticas, de las construcciones cistercienses. Por su rigorismo religioso debieron de ser los talibanes de la época. Sin embargo contribuyeron a repoblar en los siglos XII-XIII las zonas más ásperas e inseguras donde nadie se arriesgaba a establecerse. Quizás sean el conjunto de monasterios que, tanto en España como en Portugal, más sufrieron con las desamortizaciones de bienes eclesiásticos. Las ruinas cistercienses, tan abundantes, son una foto más de los desastres de la historia en pro de un supuesto progreso.

Al atardecer llego a Almeida. Desde sus buenos tiempos he visitado bastantes veces el mercado fronterizo de Vilar Formoso. Siempre pensaba acercarme a conocer la fortaleza de Almeida pero, entre tantas compras de cafés, toallas, aguardientes…nunca quedaba tiempo. Es el ejemplo perfecto de una ciudad fortaleza. Sus murallas están diseñadas en forma de una estrella de 12 puntas, apreciable solo desde el aire. Su conservación es perfecta, lo que hace bastante incómoda la vida del pueblo. Los puentes y las puertas son estrechos e incluso con curvas ciegas. Como consecuencia de estas dificultades para la modernidad, buena parte del pueblo está un poco dejado y deshabitado. Sin embargo las calles en torno a la plaza mantienen esa estampa de vecinos al fresco en amena conversación. Sin embargo me ha decepcionado un poco. Me la imaginaba más viva y habitada. Quizás le falta el encanto y la seducción de las calles medievales con sus leyendas y sus historias.

En Almeida todo es real y reciente. Las enormes defensas que hoy contemplamos se levantaron a partir de 1641, durante la llamada Guerra de Restauración portuguesa, cuando se independizaron definitivamente de España. Luego jugó su papel en la Guerra de los Siete Años europea y sobre todo en la Guerra de la Independencia. Entonces fue ocupada por los franceses tras la explosión del polvorín que dejó más de 500 muertos y media ciudad destruida. Se han restaurado muchos edificios históricos de distintas épocas que dan un aire ecléctico a toda la ciudad. Hasta 1927 no abandonó la Fortaleza el último Escuadrón de Caballería. Almeida se ha convertido en un buen resumen histórico de todas las guerras entre España y Portugal.

Voy siguiendo la frontera para visitar las dos últimas aldeas de esa línea defensiva, leonesa, castellana y luego portuguesa. Castelo Bom solo mantiene el nombre, porque de su castillo ya no queda nada. Hoy es un bonito pueblo, casi vacío, al margen del tiempo y de la historia con señoras muy amables que me invitan a subir a lo alto de lo que fue el castillo y hoy es un precioso mirador sobre el río Coâ.

Castelo Mendo es diferente. Es una aldea preciosa toda amurallada sobre un pequeño valle. A pesar de sus orgullosos muros toda la aldea tiene hoy un aire de humildad y de silencio. Compro queso de cabra, aguardiente de moras y alguna cosa más en la casa de una señora que se presta a la buena conversación. Habla un buen español, como todos a este lado, pero no ocurre lo mismo en el lado español. Desde estas calles, tan medievales y tan desiertas, no es difícil imaginarse los tiempos guerreros con sus soldados corriendo armados de un lado a otro, voceando las urgencias y reclamando las fuerzas para mantener firmes las murallas y salvar a toda la población.

Vuelvo a cruzar la frontera por el lugar más emblemático e internacional, Vilar Formoso y Fuentes de Oñoro. Compro café, Montenegro como siempre, y sigo hasta encontrarme con el contrapunto español de la fortificada Almeida. Es el Fuerte de la Concepción en Aldea del Obispo. Ya he comentado que toda la frontera está llena de estos núcleos gemelos. Hoy esta fortaleza es un recinto privado. Estuvo funcionando un tiempo como hotel pero la pandemia parece que ha acabado con esa iniciativa. No se puede visitar. Me limito a echar una mirada desde el aire con “el ojo que todo lo ve”. Hay estructuras recuperadas y otras muy deterioradas. Comenzó a construirse en 1663 cuando Felipe IV quiso hacer frente al levantamiento portugués. Tras una derrota fue demolido en parte, para que el enemigo no lo aprovechara. Casi cien años después volvió a levantarse como “la fortificación más completa y perfecta de España, a prueba de bombas y asedios”, según comentaba un historiador inglés. Se contó con los mejores ingenieros e incluso los hermanos Churriguera se encargaron de las decoraciones exteriores. Poco tiempo estuvo en pie. Durante la Guerra de la Independencia el General Wellington, que lo ocupaba, ordenó volarlo nuevamente, ante el avance imparable de los franceses.

Esperemos que otro giro de la historia nos permita disfrutar de la acogida de sus paredes para rememorar los avatares de tantas batallas perdidas. Hoy el Fuerte de la Concepción es todavía una página a medio escribir.

Llego hasta San Felices de los Gallegos antes de dar por finalizado este tramo del Duero. Está más allá de todo. Por sus calles me recorre la misma sensación que si un día anduviera por Macondo. No sabía que era un Conjunto Histórico Artístico y me dejo sorprender por cada uno de sus rincones. Por supuesto, fue repoblado por galaicos, traídos por el rey Ramiro II. Mantiene un tipo de castillo-torre poco habitual en las tierras de Castilla, aunque muy común en toda la zona portuguesa. Era la imponente residencia del señor feudal. El resto serían casas miserables de piedras y paja. Esto explica cómo el régimen feudal, en sentido europeo, tuvo buena presencia en el Reino de León y Portugal, pero bastante menos en Castilla. El tipo de repoblación castellana, por Comunidades de Villa y Tierra, no dejó paso al sistema de dependencia feudal estricto, que dominaba en los nacientes reinos de la península.

Por el curso del río Águeda me encuentro con el Centro Arqueológico “Siega Verde”, el lugar desde donde se organizan recorridos por los grabados rupestres que hay a lo largo de todo el valle. Son continuación de los de Coâ, al otro lado de la frontera. Hace miles de años los prehistóricos no entendían de límites. Cuando llego ya se ha iniciado el recorrido. Intento sumarme pero me dicen que por motivos del Covid está limitado a las 10 personas. Hago algunas fotos y continúo hacia el punto donde el Águeda se encuentra con el Duero y sus aguas ya nos despiden camino de Oporto.

Aquí está la ruta de La Fregeneda. La he disfrutado unas cuantas veces… Es un recorrido de 17 kilómetros por unas vías abandonadas que descienden desde La Fregeneda hasta la frontera en Barca d´Alva, a través de 20 túneles y 13 puentes por el Parque Natural de Los Arribes, al lado del río Águeda. El paisaje es espectacular y la altura de los puentes seduce por sí sola. La vía está totalmente acondicionada con un Proyecto del amigo José María Fraile, que ha visto culminados más de 20 años de empeño. Sin embargo permanece cerrado desde su finalización, en 2018, por diversas razones referentes a su gestión. Esperemos que dejen encerrados a los políticos en alguno de estos túneles y los currantes se ocupen de que podamos disfrutarlo.

Es un lugar inmejorable para dar por finalizado este Segundo Tramo de La Raya. Volveré en unos días a retomar la frontera, camino de Extremadura…

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. «…Para que bailes y rias, Niña, por eso canto las seguidillas…» Preciosas vistas de la fortaleza de 12 puntas de Almeida, y muy sugestiva la comparacion de San Felices de Gallegos con Macondo—que sin embargo no se ve en tan breve paso—pero es interesante. Es muy para pensar lo que comentas en el texto escrito, de que los hombres (o damas!) que pintaron y esculpieron el arte rupestre de esos lugares no tenian la misma fijacion de los medievales, etc., con lineas fronterizas—pero yo ofrezco la idea que las lineas de ellos existian tambien, y que gracias a ellas y a sentirse tranquilos algunas noches, de invasores, pudieron tallar esos animales magicos. No sé, yo creo que lo de las lineas y las fronteras y muros siempre ha sido, igual que el emigrar, claro estar, y el dejar esos mismos bordes. Gracias por tan hermosa invitacion a viajar y a pensar, Jesus y Ermitas!

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