web analytics

Por la raya de Portugal (9): Aldeas y castillos medievales, de Marialva a Castelo Rodrigo

  • Marialva

Por la mañana me encamino hacia Marialva. Es una de las 12 aldeas históricas de Portugal, que cuidan y promocionan, como el mejor espejo de un Portugal rural valioso y orgulloso de su historia. Está en lo alto de un cerro, en torno a un castillo, como muchas otras de estas aldeas.

Me sorprende la inmensidad de la ciudadela amurallada que abraza un interior de paredes y espacios ruinosos. Da la impresión de que ayer mismo tuvo lugar la última batalla entre estas paredes, porque hay casas y cosas que ni se han tocado y están como el día que se vinieron abajo. Contribuye a este aspecto una serie de estructuras de madera que alojan una llamativa feria medieval que debería haberse celebrado el día de Santiago, la fiesta del lugar, pues se encuentra en el Camino portugués a Santiago. “Esta aldea revela una de las reliquias vivas de la ancestralidad portuguesa y transporta al visitante a las raíces más profundas de la historia del país. Las ruinas de la ciudadela hacen muy fácil que se pierda la noción del tiempo”. Así reza el cartel de la entrada. Todo verdadero. Sin publicidad vacía.

Fue un importante emplazamiento medieval tomado a los árabes por Fernando I el Magno de León en 1063. Luego pasó al reino de Portugal por el Tratado de Alcañices. Hizo su papel de protección de la frontera pero, con la llegada de la artillería de la pólvora, perdió su capacidad y su importancia defensiva. Pasó a ser irrelevante. La aldea que rodea a la fortaleza es una sinfonía de granito e historia. Queda muy poca gente viviendo aquí, algunos viejos que dan ese aire de un tiempo detenido a estas calles de piedra y olvido. La mayor parte de la población actual vive en otro núcleo, en la parte más baja de estas lomas.

Me desvío un poco y me acerco hasta Trancoso que es otra preciosa ciudad de provincias, muy acogedora para cualquiera que llegue con la curiosidad de ver y conocer. Sigue rodeada por un conjunto amurallado bien conservado. También las casas, calles y plazas hacen que este lugar ocupe su lugar en el recuerdo. Se mantienen los callejones de la vieja judería, casas blancas, envueltas en hortensias, que refrescan este paseo en los calores del verano. El castillo recuerda que estamos cerca de la frontera y que participó en muchas de las guerras entre castellanos y portugueses. Completo la mañana con un copo de vinho verde y una buena tapa (en realidad, una ración) de bacalhau frito, que me dan fuerzas para seguir recorriendo calles y murallas.

La siguiente parada del viaje ya no tiene nada que ver con historias medievales. En el Museo abierto y en todo el Valle de Côa el arte rupestre lleva grabado desde hace 25.000 años. Es Patrimonio de la Humanidad. Si hoy podemos contemplar estos grabados, únicos en el mundo por su calidad y su cantidad, es por el empeño de las gentes del lugar que se opusieron durante años a la construcción de un embalse que hubiera sumergido los grabados para siempre. No tengo plaza para las visitas guiadas in situ, pero no lo siento mucho porque tiene que ser muy duro andar por las cuestas con casi 40 grados de temperatura. Me conformo con una amplia y fresca visita al Museo, que es una auténtica maravilla. Tanto la arquitectura del edificio como la forma de exponer y su tono didáctico acaban envolviendo a quien entra aquí con un aire despistado. Hay recreaciones con moderna tecnología que hacen captar perfectamente las características de los grabados. Las explicaciones nos sitúan en un ambiente paleolítico para llegar a entender la calidad y “casi” el significado del primer arte de la humanidad. Ciervos, cabras, caballos, bóvidos desaparecidos…rellenan cientos de paredes por este valle que hoy contemplamos con auténtico placer, pensando que podría estar todo sumergido.

El amplio valle está recorrido por pequeñas terrazas, con olivos, frutales y sobre todo con viñas, que hablan de la riqueza y el aprovechamiento del territorio desde tiempos antiguos. Las líneas de viñedos trazan tantos dibujos ondulados que parece que quieren sumarse a las líneas de los grabados prehistóricos. Hay que darles las gracias hoy a los que se dejaron la piel para que todo este valle siguiera vivo.

Vuelvo a tomar la ruta acercándome a la frontera y, por tanto, vuelvo a encontrarme de nuevo con la línea de castillos medievales que, en realidad, nunca se deja. Probablemente toda esta frontera de La Raya sea la línea con más fortalezas de toda Europa. Hoy la llamaríamos una frontera “fuertemente militarizada”. Primero ejerció de línea defensiva frente a los musulmanes y posteriormente entre dos reinos, Castilla y Portugal, que continuaron con sus guerras hasta el siglo XIX. Un día todo este trazado de castillos será reconocido como Patrimonio de la Humanidad, como una página de la historia que conviene tener siempre presente.

En Castelho Melhor no me animo a subir hasta el cerro donde estaba la fortaleza, hoy prácticamente en ruinas. Paseo por las calles de esta aldea que en su día tuvo gran importancia defensiva y que hoy se mantiene en pie, bastante cuidada, a pesar de su escasa población. Disfruto fotografiando las viejas puertas con sus dinteles y jambas de grandes bloques de esquistos y granito. Toda una lección de simplicidad y diseño moderno.

La siguiente aldea es Castelo Rodrigo. Me llama la atención su nombre por el parecido con Ciudad Rodrigo, al otro lado de la frontera. Pero ya voy anotando muchos nombres parecidos e incluso iguales a ambos lados de La Raya. Hay dos Almeidas, dos Travancas y dos Algodres, hay un Aldea del Obispo y otro Aldeia do Bispo, Aldeia Velha y Aldeavieja, Mazouco y Masueco…No sé cuál puede ser la explicación.

Castelo Rodrigo es otra de las llamadas aldeas históricas de Portugal. Aquí ya se ve actividad turística, una “Casa de té” a la entrada, tiendas de artesanía y terrazas para tomar una cerveza con vistas de ensueño. La aldea entera está muy cuidada, con calles empedradas y casas que en su tiempo fueron de agricultores y ganaderos. Todos los castillos de esta zona de la Beira Alta pertenecieron al Reino de León (luego Castilla) hasta el Tratado de Alcañices de 1297. Por entonces el rey portugués don Dinis, supo aprovechar la debilidad castellana de la minoría de Fernando IV y obligó a negociar nuevas fronteras a la reina regente María de Molina (la que convocó Cortes en Cuéllar ese mismo año) para darle su apoyo en las interminables guerras internas castellanas. Recuerdo con humor algunos mapas que los leonesistas cuelgan en Facebook situando el Reino de León desde Oporto hasta casi Zaragoza. Pero hay que reconocer que esto era el Reino de León…

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. «Yo no soy de aqui, pero tú tampoco…» Que poetico este video, y su contenido, hasta revelando tesoros de arte rupestre!

    Responder

Comenta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.