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Transiberiano (11): Destino Ulan Baator, Mongolia

Dia 11: Destino Ulan Baator. Mongolia 14 de agosto, 2011

Subimos al tren a mediodía. Destino Ulan Baator, Mongolia. Un tren atiborrado de pies, culos y paquetes, que es lo que rozamos a cada momento. Está viejo y sucio. Así esperábamos el Transiberiano. Pronto hacemos un recorrido a lo largo del tren, con la excusa de tomar una cerveza en el vagón restaurante. Es como si nos pasaran una película sobre las gentes de estos dos países. Cada vagón es un mundo diferente, en olores, en ruidos, en vestimenta, en razas y en intenciones de viaje. Un vagón huele a pescado ahumado, otro a humanidad simplemente, otros más finos huelen a colonias caras. Unos compartimentos están muy revueltos, otros con grandes bultos, los hay que apenas llevan nada. Hay gente que disfruta en el pasillo viendo el paisaje, otros muestran caras de aburrimiento…

Nos sorprende ver en algunos departamentos guardar o esconder celosamente mercancías en lugares tan sospechosos como bustos de maniquíes de plástico u objetos parecidos. Adivinamos que se dedican al “comercio” (no se pude llamar contrabando a traficar con Nivea), entre Rusia y Mongolia. Nos miran con desconfianza cuando desviamos la mirada a derecha o izquierda del pasillo, incómodos al vernos con las cámaras, que respetuosamente, no usamos más que a escondidas. Este es el tren que esperábamos. Aunque ahora nos alegramos de haber hecho cómodamente el primer trayecto largo.

Este es un tren vivo, con las vidas reales de la gente, con sus negocios y trapicheos. En la aduana la vida se detiene. Cuatro horas en la rusa y a continuación dos más en la mongola. Policías, pasaportes, registros, mas policías, ahora militares….. Largas horas tirados en un andén junto al tren.

Después de unas cervezas compradas con avidez nos arrancamos con unas coplillas y jotas, primero en el andén, luego en el vagón. La gente alucina. Pensaran “¿cómo pueden cantar estos, en medio del aburrimiento de unos y la tensión de otros?” Algún policía esboza una sonrisa y las provonitsas de los vagones (diferentes en este tren) mueven sus mofletes mongoles.

¿Para qué sirven las fronteras entre dos países supuestamente amigos, como Rusia y Mongolia? Suponemos que para asustar a la gente, para mantener el miedo con los uniformes, gorras y galones. Es la cara del poder. Para que todos se sientan controlados. Vemos que todo es un inmenso teatro, cuya sesión se repite en cada tren que cruza esta línea. Pero ¡cuidado! que a nadie le falte un sello, un pequeño papel…. que estará en manos de este ganado por mucho tiempo. Cantaba Violeta Parra, que cuando se mira desde el cielo “se ven selvas y montañas / pero ni puntos ni rayas (fronteras)». Separaciones de países, razas, religiones, pueblos. Excusas para todas las guerras que hemos padecido a lo largo de los siglos. Amén.

Hoy comento:

En Ulan Ude dejamos la ruta más conocida del Transiberiano e iniciamos la variante del llamado Transmongoliano que, vía Mongolia, nos llevó hasta Beiging. Es un recorrido mucho más interesante que la continuación hasta Vladivostok, donde encontraríamos más de lo mismo. La taiga, las estepas, las caras largas y … más burocracia de rancio poso soviético.

Este trayecto del viaje hasta Ulan Baator fue el más variopinto de todos. Cruzábamos una frontera entre dos países muy extraños para nosotros y el día completo que pasamos en el tren fue una ducha de realidad, una inmersión completa en los paisajes y las gentes de estas frías estepas.

Volvimos a constatar la ridiculez de las fronteras en un mundo que todo lo comparte y lo conecta. Es la forma que tienen los Estados, sobre todo los más dictatoriales, de decir “esta tierra es mía. Tú eres extranjero. Ten cuidado”. Los policías y los militares dejan claro en todo momento quién manda. Sus formas broncas y ariscas muestran la cara real del poder. Pero encontramos el antídoto… Contra las malas maneras: música. Contra la seriedad: una jotita de Segovia. Contra el duro aburrimiento de horas: unas cervecitas sentados en el andén. Todo funcionó y se nos hicieron más entretenidas, menos perdidas, esas 6 horas pasadas entre fronteras.

El video de Javier recoge perfectamente todos esos momentos y todavía hoy transmite esa sensación triste y oscura de todas las fronteras. Copio aquí el link donde se puede ver el video completo, del que yo estoy entresacando pequeños trozos para hacer hacer más amena e ilustrativa la lectura de estas líneas.

Son dos partes:

https://www.youtube.com/watch?v=AKmGePLx0H

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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