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Transiberiano (9): Irkustk, la capital de Siberia

Dia 9: Irkustk. Volvemos al tren 12 de agosto

Por la mañana hemos tenido otra bronca con la Madame del Hotel. Nos ha pedido todos los papeles posibles para fotocopiar: pasaporte, visados, billetes de tren del recorrido. Solo le ha faltado el Certificado de Estudios Primarios. Pero esto es Rusia. No consiguen despegarse de la burocracia de los tiempos soviéticos. Necesitan controlar todo en todo momento, pero ¿para qué? La lentitud se percibe en todo tipo de servicios, bares, bancos, tiendas. Están acostumbrados a las colas y no les preocupa nada.

Irkustk conserva un buen número de antiguas casas de madera, que destacan por su aspecto descuidado en una ciudad que se está haciendo moderna. Hemos disfrutado visitando el Mercado Central. Nos ha sorprendido la variedad y calidad de los productos. Carnes y pescado con higiene total y con envidiable presentación. En esta lejana Siberia hemos encontrado aceite de oliva español, plátanos de Ecuador, mandarinas de Sudáfrica, sandías y melones de cualquier parte, junto a todo tipo de productos de la zona: fresas, frambuesas, grosellas, espléndidos boletus… Es un ejemplo de una ciudad que quiere abrirse al mundo desde un rincón lejano.

Nada hace recordar en estas ciudades, que un día fueron los centros desde donde se enviaba a los gulags a presos y deportados. Siberia, por su clima extremo sólo se explotaba con convictos o desterrados, desde tiempos de los zares. El mismo Lenin estuvo por aquí.

Las casas de madera de Irkustk pertenecieron a los llamados Decembristas, que protagonizaron en 1825 una rebelión militar-burguesa en San Petersburgo, abortada por el zar y con condena siberiana para los autores. Poco después vinieron tras ellos sus emprendedoras mujeres. Así se establecieron en la ciudad muchas familias que trajeron el aire fresco y la cultura de la bella y parisina San Petersburgo para cultivar un poco a los rudos siberianos.  Durante todo el S. XIX y buena parte del XX se continuó con la política constante de enviar prisioneros a Siberia y a los gulags. Por esto tiene que pasar mucho tiempo para que el nombre de Siberia deje de asociarse con desolación, destierro y muerte.

Al caer la noche hemos vuelto al tren. Era un tren mas “siberiano” que el primero. Lleno de gente y sensiblemente más viejo, con más madera y menos plástico. El tren va rodeando el Lago Baikal durante bastantes kilómetros. La noche y la luna llena nos ofrecen una nueva e inolvidable perspectiva del lago. Permanecemos despiertos hasta tarde con la nariz pegada a los cristales.

Hoy comento:

Cuando llegamos a Irkustk ya teníamos ganas de andar por una ciudad de la Siberia profunda. En el hotel nos encontramos con un joven ucraniano que se animó a enseñarnos la ciudad. Se dedicaba una rara ocupación: compraba pelo humano por toda Siberia, para confeccionar pelucas. Era simpático y muy agradable.

Volvimos a encontrar por muchas partes el tufo soviético, pero igualmente nos sorprendieron calles y rincones con vida animada, de sabor europeo. Había una mezcla sorprendente de rasgos asiáticos con otros llamados caucásicos y todos los cruces posibles. Irkustk ha ejercido como la capital cultural, social y mundana de la Siberia profunda. Hoy continúa siendo así. Aquí se terminan la seriedad y las caras largas rusas para abrirse a la simpatía más oriental. Por fin aquí ya saben sonreír.

Seguimos viendo bodas muy horteras y seguimos viendo grandes diferencias sociales. Creo que será la ciudad con más Hammer, los todoterreno de los nuevos ricos, por km cuadrado. Compartían las calles o las puertas de las iglesias con ancianas pìdiendo limosna.

Los rusos fueron ocupando Siberia, y los pueblos que la habitaban, a lo largo de los siglos. Buscaban explotar sus recursos, sin preocuparse de más. Primero fueron las pieles y la madera. Luego oro y minerales diversos. Hoy sobre todo gas y petróleo. Los pueblos de cada lugar tratan de recuperar y mantener sus culturas a duras penas. El Imperio-Putin lo invade todo. Aquí nadie sabe qué es la ecología, el crecimiento sostenible y todas esas mandangas occidentales.

En nuestra vuelta al tren nos acompañó la luz de la luna llena que fue iluminando toda la ruta mientras rodeábamos el Baikal por sierras y acantilados impresionantes. Este fue el último tramo de la vía en ser construido. Durante décadas los barcos cruzaban a los pasajeros de una orilla a otra. En invierno se tendían raíles sobre las aguas congeladas. Más de un tren se fue al fondo y decidieron construir este trazado tan duro y costoso. Hoy es un magnífico balcón sobre la belleza del lago, incluso a la luz de la luna.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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