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Viajando por la raya de Portugal (7): El gran cañón del Duero

Estamos acercándonos al gran cañón que ha ido excavando el río Duero sobre el duro granito y que se convirtió ya hace siglos en la frontera más natural que existe. Nos asomamos a alguno de los imponentes miradores que nos colocan sobre el vacío. Así ocurre con el de Fraga do Puio que tiene una estructura volada, toda de cristal, queriendo imitar al famoso mirador sobre el río Colorado. No debe ser igual, pero da mucho yuyu quedarse suspendido en este vacío, aparente. El río se va hundiendo cada vez más entre estas masas graníticas que hoy son Parque Natural, por su riqueza geológica, la variedad de flora y fauna, además de por su espectacular belleza. Visitamos también el Mirador del Castro de S. Joao, más tranquilo, pero no menos espectacular.

El siguiente Mirador lo encontraremos ya en Miranda do Douro, otra ciudad cuyo nombre, en el lado español de la frontera, está unido al de toallas, cuberterías, café y aguardientes. Conserva todo el encanto de una ciudad medieval, aunque se ha ido rehaciendo con el paso del tiempo. Todavía se mantienen en pie largos paños de muralla, aunque bastante rebajados. Del gran castillo que dominó toda la zona queda la torre central de la alcazaba, pero muy deteriorada. En 1762 la fortaleza sufrió una gran explosión durante las luchas de la Guerra de los Siete años, que incendió media Europa. Buena parte de la ciudad quedó destruida y hasta el Obispo se marchó a vivir a Bragança porque aquí habían disminuido mucho sus rentas. Todo por servir mejor a su señor. Hoy continúa siendo una diócesis compartida y por eso hablamos de la Concatedral de Miranda, un bello edificio barroco que domina toda la ciudad.

Se aprecia enseguida la simpatía abierta entre las gentes de Miranda. Tienen su propio dialecto, la fala mirandesa, un reducto del astur-leonés. Los carteles están en las dos lenguas y hay libros editados en mirandés. Ya he comentado que hay más lugares con dialectos residuales (como el rionorés) debido al aislamiento secular de estas comarcas de La Raya. En Miranda también se mantiene viva una raza de asnos “mirandeses”, emparentada con nuestro burro zamorano. Eran muy estimados desde la Edad Media porque, debido a su gran tamaño, eran buenos para montar a las yeguas y tener mulas, tan aprovechadas siempre como animales de carga. Hoy ya son una especie en vías de extinción, que necesitan ser protegidos, Si los viejos labradores de Cuéllar levantaran la cabeza…

Es evidente que es una población que vive del comercio. En una tienda nos saluda un cartel que reza: “Se buscan clientes”. Ante esa original llamada no nos podemos resistir y cargamos café, vinos, pastas, almendras…y hasta una alfombra. Hay que dar su sentido a esta ciudad-mercado fronteriza.

Todos los miradores tienen un embrujo especial para hacernos volar sobre esta naturaleza tan salvaje, sobre estos vacios y sobre este cañón que lleva siendo frontera de diferentes pueblos desde hace miles de años. Hoy la frontera entre España y Portugal está marcada en un 60 % por los ríos. Miño, Duero, Tajo, Guadiana y algunos más pequeños, como el río Manzanas de Zamora o el Águeda en Salamanca.

Contemplamos el paso del Duero y no nos resistimos al Crucero que ya hicimos hace un tiempo con los amigos fotógrafos. Es un recorrido que nos sumerge en la plena grandiosidad de estos parajes. Vamos al aire libre y, a pesar del Covid, no hay demasías limitaciones ni distancias. Disfrutamos de una buena guía que de forma amena nos comenta desde los detalles más científicos a las anécdotas más entretenidas para esta sobremesa tórrida de agosto. Es la mejor manera de conocer y sentir este inmenso cañón.

Hay otros cruceros en otras partes del Parque, como hay otras presas a lo largo de la frontera. Están repartidas, por diferentes tratados, entre España y Portugal, para compartir el aprovechamiento de energía eléctrica que nutre a buena parte de la España del centro y el norte. El tramo de Miranda y la frontera zamorana es provechado por Portugal con las presas de Bemposta, Picote y Miranda. Aguas abajo, desde la desembocadura del río Tormes, es España la que aprovecha el río para las presas de Aldeadávila y Saucelle.

Unos kilómetros hacia el interior encontramos Mogadouro. Como todos estos pueblos que visitamos, está dominado por el castillo medieval, sin retoques posteriores. Nos hablan con pena de la gran celebración medieval que tiene lugar cada año en estos días, con desfiles y ceremonias que lucen entre sus calles bien cuidadas y arregladas. Son tiempos de pandemia y están contentos de mantener una incidencia muy baja. “Lo primero es la salud, el año próximo seguiremos recordando la Edad Media. ¡Y no os olvidéis de venir!”, nos piden.

Por desgracia, recordaremos bien Mogadouro. Hemos vuelto a disfrutar de la ruta de La Raya pero…, la rotura de un simple manguito de la furgoneta ha puesto un fin circunstancial al recorrido fronterizo. Nuevo paréntesis. Hay que poner buena cara ante las adversidades. Grúa hasta Zamora y taxi hasta casa. Zamora siempre nos deja marcados. Ya volveremos con más ganas. Son cosas que pasan en los viajes…y en la vida. No todo sale bien, pero estos problemas tienen arreglo. Volveremos.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Otro delicioso video, que (sin casi palabras ) dice otro tanto de «cosas» que las interesantísimas que dice el ensayo de esta página. Por ejemplo, en el video no se explica lo de las mulas mirandesas, y lo autobiográfico cuellarano de esos animales de trabjo y carga, que correlacionan un lugar con otro.

    Muy refinada la selección de música de fondo (Concierto de Aranjuez: «Meu Amor Sem Aranjuez» de Dulce Pontes) que acompaña el navegar dentro del Cañón del Duero.

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