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Centenario de Alfonsa de la Torre

Como cualquier niño de Cuéllar de los años 60-70 oía hablar de Alfonsa de la Torre como una persona rara, que vivía apartada en el pinar y que apenas tenía relación con nadie del pueblo. Decían que escribía poesía y que era una persona importante. A nosotros nunca nos lo pareció y solo nos impresionaba esa casa un tanto extraña que veíamos desde el autobús cuando íbamos a Segovia.

Solo cuando murió empecé a interesarme un poco más por su persona y por su obra, de la que no conocía nada. Me sorprendió mucho su poesía, muy variada, aunque su vida debió de ser bastante monotemática. Encontré poemas místicos, otros muy rurales y pegados a la tierra, unos cuantos insulsos e incluso cursis, muchos versos con musicalidad de Rubén Darío, otros que traslucían un amor apasionado, algunos totalmente actuales, como es la verdadera poesía.

Dejan traslucir una persona que a ratos fue feliz y que en otros momentos sufrió mucho. Siempre tengo en la mente a esas dos mujeres viviendo en aquella casa que podría ser de Hitchcock, tan raras, tan solitarias  en medio del pinar.

Después de ir leyendo cosas de Alfonsa y sobre Alfonsa lo que más me llamó la atención fue que en el año 1950 dejara Madrid y se viniera a vivir a Cuéllar. Tenía  una carrera literaria comenzada, estaba bien relacionada con los personajes de la vida  cultural de Madrid  e incluso con poetas del exilio, como León Felipe. Tenía trabajo y disponía de recursos familiares para escribir y publicar sin agobios. Entonces dos mujeres, Juana y Alfonsa, lo dejaron todo y se vinieron a vivir la poesía, su poesía,  en medio de los pinares y alejadas del mundanal ruido.

Vivían en Cuéllar, pero no vivían en Cuéllar. Su relación con la gente del pueblo era mínima. Heredó, al igual que su hermano,  una misantropía familiar y de rancia aristocracia rural.  Desde su refugio Alfonsa seguía la vida cultural nacional y mantenía una intensa correspondencia con personajes relevantes de la literatura de posguerra.

Eran los años 50. Una España de posguerra, de caralsol y montañasnevadas. Una España triste y gris, donde se señalaba a cualquiera que no siguiera el ritmo de la  música militar y el catecismo oficial. Para las mujeres estaba el sometimiento y la Sección Femenina. En esa España hay que situar la vida de estas dos mujeres en su casa del medio del pinar.

Opinión: Jesús Eloy García Polo

Autor: Opinion

Muévelo

1 Recado

  1. Me ha gustado su comentario don Jesús, conocí y estuve alguna vez, en los ochenta-noventa, en esa especie de casa rural solitaria, en el pinar, en la nada, al lado de una carretera muy transitada; une Cuéllar con Segovia o Segovia con Cuéllar. Sólo pasé algunos instantes, y profesionalmente. Pero había un algo en esas dos mujeres discretas y, quizá, algo huidizas, en la casa… y libros.

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