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Desde el mar de Pinares: No volveré a ser joven

Recordando a Jaime Gil de Biedma.

“Como todos los jóvenes yo vine

A llevarme la vida por delante” (Jaime Gil de Biedma)

Se pasa uno la vida entera  siendo joven y un día, sin previa explicación, te apartan a un lugar “residencial” con la excusa de que ya no eres autónomo, que no te vales por ti mismo y que no puedes seguir en el mundo de los jóvenes válidos y valientes. Nadie te explica la contradicción entre tu “juventud” de ayer y tu inutilidad de hoy.

Todos los valores positivos en la sociedad de hoy están asociados a la juventud. Da igual de qué hablemos, desde los más vitales como la alegría, la libertad, el disfrute, la pasión, la creatividad…pasando por los valores morales como la entrega, la solidaridad, la ayuda…hasta los estéticos, la elegancia, la delgadez, el colorido…Todo eso son nuestros jóvenes. Y si nosotros apostamos por muchas de estas cosas siempre podrán decirnos que somos jóvenes. Exactamente todos los puntos contrapuestos son los que socialmente, aunque de forma implícita, se asocian con …”la gente mayor”, que para eso están los eufemismos. 

En estos tiempos uno es joven a los veinte años, por supuesto. Pero sigue siendo joven un padre a los treintaytantos. Pasados los cuarenta continuamos hablando de familias jóvenes que viajan, se mueven y consumen. A los cincuenta nadie nos califica como unos “maduritos”, sino que, educadamente, nos dicen que estamos tan jóvenes como siempre. A los sesenta nos animan diciendo que no aparentamos la edad que tenemos y que nos mantenemos muy jóvenes. A los setenta nadie nos tacha de viejos, simplemente nos animan a seguir viviendo una segunda juventud. Y no es extraño oír, cuando alguien se despide con ochenta y dos, por ejemplo, que todavía era joven y que no era tan mayor.

Esto es el mercado amigo, es el mercado. Todo lo que lleve, provoque, asocie o luzca la etiqueta de “joven” se venderá mucho mejor. Un color que te hace joven, una chaqueta que te hace más delgado, un diseño más juvenil, un coche más deportivo…

Pero entonces…¿quiénes son los jóvenes? ¿Somos todos? Para el mercado, sí, somos todos.

En la sociedad que hemos dejado atrás había unos tiempos, unos ritos y unas edades determinadas. La niñez duraba hasta la Primera Comunión. La adolescencia se alargaba hasta la marcha a la “mili” o hasta la fiesta de los quintos, a los 18 años. La juventud se terminaba al dar el “sí” en el altar a los veintitantos. La madurez era ese período largo para tener un trabajo estable y criar hijos. Con los primeros nietos y los primeros achaques estaba claro que se entraba en la vejez, que luego se llamó tercera edad y por ahí se transita con diferentes y caducos eufemismos.

Todas esas etapas cíclicas han saltado por los aires. Ya no sabemos en qué edad estamos. La niñez es cada vez más corta. La adolescencia, con sus características propias, se puede alargar hasta más allá de la treintena. Y la juventud… el resto de la vida, hasta que te retiran del mercado sin darte explicaciones. 

Para el mercado ya no hay maduros, ni mayores, ni viejos, ni jubilados…Quien se quiera sentir vivo debe sentirse joven, según el nuevo evangelio. Debes de tener “el corazón joven”, hay que vivir con “espíritu joven”, en cualquier edad debes “sentirte joven”, “ser joven” es cuestión de actitud. Con estas tonterías, memeces y tópicos baratos pretenden endulzarnos la aparición de las canas, las arrugas, los achaques y las flaquezas de la próstata o de la menopausia. Porque…si somos jóvenes podemos seguir consumiendo. Los viejos no se cambian ni de chaqueta.

¿Y qué quiere decir joven? En la cultura anterior al Antropoceno se veía a los jóvenes con unas características propias, en general, nada positivas y se asociaba esos rasgos con la juventud. Los jóvenes eran impulsivos, irreflexivos, corrían riesgos innecesarios, bebían demasiado, tomaban cosas raras, eran irrespetuosos, irresponsables, gente poco seria y de escasa confianza, perdían el control, el tiempo y las buenas oportunidades de la vida, solo pensaban en el sexo y la diversión, no se preocupaban por el mañana… Todo eso y más, me dijeron a mí cuando tenía 18 años. ¿Son ahora los jóvenes muy diferentes? ¿Hemos cambiado la gente mayor la forma de ver el intervalo generacional?

Es el mercado amigo. La publicidad nos ha creado una imagen dorada e idealizada  de la juventud y ahora todos nos queremos identificar con ella y vernos reflejados en ese mundo.  En ello pensamos cuando compramos unas gafas, nos cortamos el pelo, nos vestimos para el deporte, hablamos con los colegas, nos compramos ropa…Todos ansiamos ser jóvenes, volver a esos supuestos años dorados y, sobre todo, que nos vean así y que nos lo digan. Apenas hay gente mayor en los anuncios publicitarios…salvo para anunciar, tinte para las canas, compresas para  pérdidas de orina, sujeta-dentaduras o sube-escaleras.

Por supuesto, apoyo mucho más la sentencia de Groucho Marx “…mi juventud? Puedes quedarte con ella”, que la cursilada de Rubén Darío “Juventud, divino tesoro”.

Tengo muy claro que yo no quiero volver a ser joven, no quiero volver a perder el tiempo a cuatro manos, a seguir el dictado que me mandan los otros, a vivir en la constante inseguridad por la imagen o por el qué pensarán los otros, a dejar pasar oportunidades, a arriesgarme por tonterías, a provocar dolor y daño por insensateces propias del acné…No. No quiero. En nuestro tiempo hicimos lo que teníamos que hacer como jóvenes. Ahora haríamos lo mismo que esta generación está haciendo, aunque no los entendamos y para nosotros sean gentes de otra galaxia, colgados siempre del móvil, escuchando la música insípida de Tangana, la música bronca de los traperos o la abstracta de Rosalía “que ni es música, ni es ná”.

Sin embargo es cierto que me gustaría que hoy todavía mi cuerpo conservara las condiciones de aquellos años, pero nada más. No coincido con Gil de Biedma que siempre añora los años locos y dorados de su juventud, como los mejores de su vida. Yo no quisiera por nada tener la cabeza de entonces. La vida tiene sus ciclos y adquiere su sentido cuando se va pasando por todos y se va disfrutando de las lindezas que cada época nos guarda.  A veces descubrimos secretos que nadie nos había comentado y en otras hay que luchar contra los cíclopes que aparecen en el camino y que nos impiden el paso hacia adelante. Todo va adquiriendo sentido, incluso la etapa final que puede verse como la recogida de los frutos, de las esencias…antes de que definitivamente se acaben las fuerzas y podamos entender el verso final de la lápida de Unamuno: “…Pues vengo cansado del duro bregar.”

Pasa el tiempo, el recorrido es largo y hemos andado por por muchos horizontes y por muchos puntos de vista. Es lo que llaman experiencia. Y esa experiencia me dice que a estas edades todavía se puede pedir y anhelar la energía de los veinte años, la impaciencia de los treinta e incluso la confusión de los cuarenta. Si a eso le sumamos la madurez de los cincuenta, la sabiduría de los sesenta y la melancolía de los setenta…podríamos llegar a entender que nos retiren por inservibles de este mundo de mercadotecnia…más allá de los noventa.

Y me despido con Jaime Gil de Biedma:

Que la vida iba en serio

Uno lo empieza a comprender más tarde.

– Como todos los jóvenes yo vine

A llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería

Y marcharme entre aplausos

– Envejecer, morir, eran tan solo

Las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo

Y la verdad desagradable asoma:

Envejecer, morir,

Es el único argumento de la obra.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

2 Comentarios

  1. Gracias, amigo. Pero qué complicado es luchar contra toda esa “juventud” no etaria-dependiente pero SÍ consumo-dependiente. Nos ha tocado vivir la eterna juventud de los medios… pero a mí me duelen las rodillas… me sale pelo donde antes no había, y se me cae donde siempre estuvo…

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  2. En el PERSILES Cervantes dice una frase muy hermosa y a mí me parece, verdadera: “…que la bendición de los ancianos parece que tiene prerrogativa para mejorar los acontecimientos…”

    Nadie hoy se atreve ni se digna a leer ese libro tan lleno de sabiduría

    Responder

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