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Mozoncillo fue una fiesta

  • Antonio Ferrera

Mozoncillo fue una fiesta. Lo fue de principio a final de un festejo en el que lo de menos fueron los trofeos y eso que se cortaron diez orejas y dos rabos. Se repartieron dos orejas por coleta con el añadido de dos rabos para Cayetano y el mejicano Emiliano Osornio.

Lo principal es que aproximadamente dos mil personas asistieron a este festejo que abría la temporada en las plazas de la provincia. Lo que demuestra en interés de un festival en el que se dieron cita más espectadores que en cualquiera de los festejos celebrados por ejemplo en la feria de Cuéllar y eso es para hacérselo mirar.

En primer lugar sobre el ruedo hubo un preludio, que marcó Antonio Ferrera, que hizo sonar la música cuando se puso a torear. Es decir, cuando tenía que sonar. Lo hizo con destellos de sus clase y gusto sobre todo cuando se  echó la muleta a la mano izquierda y se adornó con pinturas de un torero diferente como es Ferrera al natural.

Después como en toda partitura hubo un intermezzo en el que Diego Urdiales dejo detalles de su clasicismo, aunque se lo llevara por delante el novillo en los compases finales de la faena, Cayetano se echó rodilla en tierra para delirio de sus muchas seguidoras, y los más aficionados disfrutaron de la seriedad del toreo del murciano Paco Ureña.

El cierre llegó cuando salió a la arena el joven novillero mejicano, Emiliano Osornio, que puso la emoción de un trasteo valeroso, con mucha verdad,  que remató con una estocada por todo lo alto. En su honor sonó una ranchera. «Méjico lindo y querido» creo recodar. Solo falto para rematar su faena lanzar el consabido grito de ¡Viva México…! y lo que sigue. Al espectáculo contribuyeron el buen juego de las reses de Antonio Palla.

Autor: Redacción Cuéllar

Muévelo

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