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Nomadas por Australia (11): Ballenas y ornitorrincos

En un viaje va ocurriendo de todo. Conocemos rincones maravillosos pero a veces encontramos lugares que no están al nivel de lo esperado. Así nos ha ocurrido con las maravillosas islas Witsundays, publicitadas por albergar la playa más bonita del mundo entre sus bellos espacios de arena blanca. Nuestro barco nos dejó al comienzo de la renombrada playa de Whitehaven sin darnos el tiempo necesario para llegar a la bella bahía, 8 kilómetros más allá, y revivir la foto que aparece en todos los folletos y lugares. El viaje en barco fue toda una navegación entre islas paradisíacas (a nuestros ojos). Pero al final nos quedó la frustración de no contemplar la playa más maravillosa del mundo mundial. Se añade a otras parecidas que se van sumando en los viajes. Por suerte el cerebro se encarga de trabajar bien y procura olvidar estos momentos fallidos y luego embellece aquellos otros que ya nos resultaron placenteros en su momento. Vuelvo a recordar los versos de Kavafis: “ Si la encuentras pobre, no es que Ítaca te haya engañado / sabio como te has hecho/ entenderás qué quieren decir las Itacas”. Pasamos el mal trago y volvemos a la furgoneta con más ánimos, buscando nuevos lugares que nos sorprendan. 

Ya andamos un poco apurados de tiempo. Nos hemos entretenido bastante por el camino pero con mucho gusto y disfrute. En tres días debemos dejar la furgoneta en Brisbane, a 1200 kilómetros y ya no podemos parar donde nos gustaría.

En nuestro recorrido hacia el sur hacemos algunos desvíos para que el viaje sea más entretenido. Nos adentramos unos kilómetros hacia el Parque Nacional de Eungella, bastante conocido porque, dicen, es uno de los lugares donde mejor se pueden contemplar ornitorrincos. El lugar es muy bonito. Pero los ornitorrincos no aparecen. Hay varios puntos de observación en la ribera del Broken River, con pacientes turistas que miran cada onda o cada movimiento sobre el agua, pero nada se sabe de los animalitos. Comentan que es más fácil verlos al amanecer o al atardecer, pero ¿quién está aquí, perdido en estos lugares, a esas horas? Estamos lejos de todo. Hemos tenido que pasar un buen puerto y carreteras enrevesadas para llegar hasta aquí. Disfrutamos de unas panorámicas espléndidas desde lo alto de estas montañas sobre un valle repleto de cultivos de caña y de algunas huertas.  

Cuando regresamos a nuestra ruta nos detenemos en uno de los chiringuitos solitarios que hemos encontrado a veces en la carretera y que ofrecen productos de la zona expuestos en unas estanterías junto a su precio. Al lado hay una pequeña hucha para dejar el dinero del producto que cada uno se lleve. Hay calabazas, pepinos, tomates, plátanos… Con nuestra mentalidad española…¿podríamos imaginar un chiringuito así en las carreteras del Carracillo, con sus puerros, cebollas, lechugas, zanahorias…?. ¿Y que la gente se llevara unos puerros y dejara los dos euros correspondientes? Nos cuesta incluso imaginarlo. Esta sociedad basada en la confianza nos hace pensar un poco y no nos deja en buen lugar en el ranking de ciudadanos honrados.

Las carreteras australianas, además largas y eternas, pueden ser muy animadas. Los europeos las encontramos a un nivel inferior a nuestra red de carreteras. Pero debemos entender que una población de 24 millones de habitantes debe mantener las carreteras de una extensión equivalente a toda Europa. Los responsables del tráfico son conscientes de que las carreteras pueden ser muy aburridas y por tanto mortales. Por ello, buena parte de las señales, indicaciones y advertencias las hacen a través de varias líneas de texto. En los carteles escriben si se puede adelantar, si la carretera tiene baches, si el arcén no está practicable…o “todavía te quedan dos horas para Rockampton”. Pero además constantemente aconsejan hacer descansos con elocuentes máximas : “La fatiga mata” , “O descansas o R.I.P.”, ”Sobrevive a este viaje”… Incluso añaden entretenimientos varios, como preguntas del Trivial…hacen una pregunta sobre…”El Monte más alto de Queensland”, y encontramos la respuestas en un nuevo cartel cinco kilómetros más adelante. Así consiguen hacer más animado el recorrido por este inmenso país de de horizontes monótonos e infinitos. Este tipo de cartelería abunda en tramos de largas rectas donde no se encuentra nada en la carretera en más de cien kilómetros, ni gasolineras, ni pueblos, ni bares de carretera, ni luces de puticlubs abandonados…nada. Simplemente el asfalto y un paisaje monótono del bosque de eucaliptos variopintos. Encontramos algunos restaurantes de carreteras cerrados. Suponemos que no han podido sobrevivir a la pandemia. Por contra, vemos que las áreas que ofrecen descanso al lado de la carretera están muy frecuentadas. Si descansamos a la sombra de los eucaliptos y tomamos nuestros propios piscolabis y cocacolas entonces los bares tendrán que ir cerrando. En España todavía mantenemos un concepto distinto de los avituallamientos, aunque cada vez también vemos más bares de carretera cerrados por todas partes.

Después de más de 3000 kilómetros conduciendo por la izquierda todavía necesito recordarlo en muchos momentos, sobre todo cuando me incorporo a la circulación tras una parada. Creo que ya tengo aprobado tercero de rotondas, que es la asignatura más difícil. Todavía sufro algún despiste mirando al lado equivocado. Espero graduarme en rotondas antes de llegar a Brisbane. Para ello ha sido fundamental viajar con una buena copiloto.

Hoy a las 6,30 de la tarde ya habíamos terminado de cenar en un restaurante del puerto de Hervey Bay. Si seguimos así pronto nos darán la nacionalidad australiana.

Hemos llegado hasta esta bahía de Hervey Bay porque es conocida por ser uno de los mejores lugares para el avistamiento de ballenas. En esta época llegan las ballenas jorobadas desde la Antártida para dar a luz a sus ballenatos y estar aquí con ellos los primeros meses. 

El viaje en barco no nos decepciona. Se hace largo adentrarse por la gran bahía hasta conseguir avistar las primeras aletas de las ballenas juguetonas. Hay varios barcos por la zona con el mismo objetivo. Se comunican entre ellos para pasarse información de los lugares donde hayan visto cetáceos. El barco es pequeño. Lo queríamos así para tener buenas vistas, sin tener que luchar contra brazos y espaldas ajenas por una buena foto. Aquí somos unos quince navegantes. Siempre bien atendidos, buen ágape y buenas bebidas. Pero los barcos pequeños se mueven bastante más. Pronto empiezo a acordarme de que yo me suelo marear en los barcos. Cuando paran los motores, porque estamos cerca de alguna ballena, el barco se encabrita como un caballo salvaje. Los vídeos tan movedizos son un buen testimonio. 

Por encima de estos avatares disfrutamos del espectáculo. Solo vemos ballenas dando coletazos. Están recién paridas o a punto de parir y no parecen dispuestas a hacer cabriolas y saltos espectaculares para los turistas. Nos conformamos. Sentimos que estamos gozando de un día inolvidable. Por el Mar de Pinares no se ve este tipo de espectáculos.

Por estas costas tan tranquilas no aparecen pateras. Australia, por su alto nivel de vida, podría ser un país muy deseado por los emigrantes, pero… Lo es. Es un destino codiciado pero mantiene una política muy estricta y muy dura con la emigración. Muchas veces pasando por encima de los derechos humanos reconocidos por las leyes internacionales. Llegan al norte del país emigrantes desde los países asiáticos, pero es sabido que las autoridades australianas los conducen a “campos de internamiento” que tienen subcontratados en algunas islas del Pacífico, como Nauru, para quienes son una buena fuente de ingresos. Las condiciones en los campos son muy duras, sobre todo psicológicamente, con un alto nivel de suicidios. 

Es un ejemplo más de los muros que seguimos construyendo en el primer mundo para encerrarnos en nuestra rica sociedad, aislados de las miserias que producimos en otros países de los que solo queremos los recursos, pero no a su gente empobrecida. Hemos levantado muros en Méjico, en Ceuta y Melilla, en Hungria y los Balcanes, en Israel, en Corea…La historia demuestra que todos los muros acaban arrasados cuando no se cambian las condiciones de vida. En los países en desarrollo cada vez hay menos alternativas y habrá menos aún por las consecuencias de las sequías y los desastres climáticos. Es el mayor problema para nuestro futuro. De momento nadie busca soluciones. Solo subcontratamos la vigilancia de las fronteras de nuestro supuesto paraíso.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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