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Nueva Zelanda (9): Más allá…La Antártida

Atardecer en los Catlins.

Seguimos en el límite Sur, en los salvajes Catlins. Vamos poco a poco ampliando el número de especies animales que encontramos por estas tierras. En un pequeño centro de una “ciudad” hemos visto varios ejemplares del tatuara. Es un animal único en el mundo porque se le considera como el último dinosaurio sobre la tierra. No es un lagarto grande, es el primo pequeño de los dinosaurios. No se sabe cuántos pueden existir en el medio natural. En este centro tienen varios ejemplares , el mayor es de unos 60 centímetros.

Luego por el campo nos sorprenden animales con los que no contábamos. Vemos conejos, comadrejas…invasores de una tierra libre de predadores. También nos llaman la atención algunas fincas llenas de ciervos e incluso una con alpacas recién esquiladas.

Pero nosotros vamos buscando algo más. Esperábamos mucho de los recorridos por estas playas y acantilados y no nos han defraudado. Hemos conducido por pistas polvorientas (que no se entere la empresa de la furgoneta…) para llegar hasta los lugares más remotos. En los rincones costeros donde anidan los raros pingüinos de ojo amarillo y los pequeños pingüinos azules hay que estar al atardecer cuando los responsables padres vuelven del mar para alimentar a sus pollos. No conseguimos llegar en esos momentos y nos tenemos que conformar con la contemplación del poderoso efecto sedante de las olas.

Leones marinos en los Catlins.

Pero luego nos acompañó la suerte cuando fuimos a Cannibal Bay y Surat Bay buscando mamíferos marinos. Son enormes playas solitarias con montones de algas esparcidos por la arena. Paseábamos absolutamente solos… o no? Vimos que se empezaba a mover lo que parecía un montón de algas. Era un enorme león marino sesteando y rugiendo un poco para que no lo molestáramos. En medio de la emoción vimos hasta tres más repartidos por la playa. Se levantaban un poco, nos saludaban y continuaban con su siesta.

Vistos a solo unos pasos prudentes de distancia son realmente enormes. Uno se fue hacia el mar en un torpe paseo. Al rato apareció otro león más grande aún surgiendo de las olas. Avanzó por la playa, se rebozó en arena y llegó casi a nuestro lado, no sin antes darnos cuatro berridos para marcar su territorio. All atardecer fuimos a Surat Bay y volvimos a encontrar una tierna pareja de leones marinos haciéndose arrumacos a la puesta del sol. Ni rastro de pingüinos pero muy contentos con nuestros leones.

Anteriormente habíamos pasado por Nugget Point, el acantilado, con faro incluido, más espectacular de todos Los Catlins. Desde lo alto pudimos ver lobos marinos sobre las rocas o nadando tranquilamente. También hay leones y a veces elefantes marinos, en una convivencia que solo se da en esta zona. Si hay suerte, comentan que pueden llegar a verse ballenas jorobadas viajando desde la Antártida hasta las aguas tropicales. Sin duda este Nugget Point es impresionante, por eso no falta el loco de turno que se hace un selfie colgado del precipicio para conseguir mas likes en Facebook. A pesar de las llamadas a la responsabilidad por estos lugares cada año hay unos cuantos “accidentes”.

Acantilados.

Iniciando el camino hacia el norte todavía nos hemos encontrado otro promontorio con un buen número de lobos marinos, jugando y saludándonos simpáticos a escasos metros sobre las rocas. Viendo ahora pacíficamente a todos estos animales cuesta creer que durante todo el siglo XIX y más…cada año en estas costas mataban a decenas de miles de ejemplares para enviar su grasa y pieles a la ávida metrópoli británica, que nunca fue acusada de esquilmar los mares. Llegaron a colocar a estos mamíferos, junto con algunas especies de ballenas, al borde de la extinción. Cuando hace un siglo Nueva Zelanda se independizó del Reino Unido empezó a cultivar una conciencia ecológica que ha ido creciendo y que hoy es un acicate mundial.

Los atardeceres sobre este mar deberían ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Son muy largos, debido a la latitud en la que estamos y da tiempo a disfrutarlos sin prisas. Hay tiempo para pasear, contemplar a los leones marinos y esperar por si aparecieran los pingüinos por los matorrales. Apenas hay nadie por estas bahías y la vida pasa con mucha tranquilidad.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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