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Patagonia (2): Las Torres del Paine

2. La perla natural de Chile

El Parque Nacional de las Torres del Paine es considerado como la perla natural de Chile. Es la octava maravilla del mundo. Está más allá de todo, pero quieren darlo a conocer a propios y extraños. Quieren levantar la voz para que deje de identificarse a  la Patagonia con el glaciar Perito Moreno y Ushuaia, olvidando todas las maravillas de Chile. Y es cierto que la Patagonia chilena es mucho más variada y más rica que la argentina, a pesar de que solo ocupa la franja oeste y el remate más meridional. Pero es una franja muy húmeda, con lluvias constantes, que hacen florecer una vegetación exuberante, allá donde en el otro lado no crece nada. Los vientos húmedos llegados del Pacífico ascienden la cordillera descargando hasta siete mil litros anuales en algunas zonas. Esas mismas lluvias se transforman en nieve en las alturas y dan lugar a las decenas de glaciares que siembran ambos lados de la cordillera de los Andes.

Las entradas para el Parque solo pueden obtenerse a través de internet. Ya nos avisaron que la aplicación no funcionaba muy bien. Bien cierto. Estuvimos los dos, con ambos móviles, durante más de dos horas para conseguir los ansiados tickets. Una más de las contradicciones de las facilidades de las nuevas tecnologías…cuando se unen con antiguas cabezas. Al día siguiente nos quejamos amargamente en vivo y en directo al hacer nuestra entrada triunfal en el Parque.

Iniciamos el recorrido con grandes expectativas porque todo está sembrado de fotos de los distintos rincones del Parque que prometen ansiados paraísos. 

Ya nos hemos acostumbrado a conducir por carreteras de tierra, de ripio, en lenguaje de aquí. Vamos haciendo un recorrido por diferentes miradores, lagos y paisajes. No podemos parar en cada rincón que se nos ofrece más maravilloso aún que el anterior. No es difícil percibir que es un lugar privilegiado de la naturaleza por la ostentosidad de aguas, montañas, nieves y paisajes de cuento. Renunciamos a una navegación por el Iago Pehoé y a otra por el lago Grey que nos llevaría hasta otro inmenso glaciar. Hemos visto ya algo parecido en los días anteriores y lo que nos espera…. No se puede ver todo. Los viajes están hechos de renuncias.

Paramos en el Mirador del Cóndor y sentimos en la cara el viento patagónico con todo su poderío. Es imposible cualquier comunicación. Más adelante llegamos al Mirador de los Cuernos del Paine y el viento nos parece aún más fuerte. Nunca hemos conocido este vendaval. Algunos jugaban dejando vencer su cuerpo hacia adelante para que el viento lo sujetara. Desde aquí deberían aparecer en el horizonte los llamados Cuernos del Paine, pero están perdidos entre las nubes. Dentro del gran macizo del Paine hay tres núcleos emblemáticos: los Cuernos, que ahora deberíamos estar viendo, más allá el Gran Paine y, al otro lado, las Torres del Paine, la gran maravilla del lugar, que serán nuestra aventura de mañana.

Pasamos por el Salto Grande, una gran catarata que comunica entre dos lagos situados a diferente nivel. Al final se muestran ante nosotros los Cuernos del Paine y son realmente impresionantes, entre nieves y alturas recortadas. Las nubes vuelan y los hacen aparecer y desvanecerse como por arte de magia. Hay quien se sienta a meditar un poco ante una belleza tan deslumbrante. No es para menos. Somos muy poca cosa ante esta inmensidad. Éste debe de ser el lenguaje de los dioses.

Paramos en el único garito que encontramos. Nos atienden con amabilidad a pesar de que ya ha terminado el horario de comidas. Nos ofrecen un gran sandwich de carne de guanaco y, por supuesto, nos decidimos a probar este nuevo manjar. Está muy rico. Dicen que hay temporadas en que está permitido cazarlos para controlar un poco la población. 

Seguimos nuestro camino  bordeando miradores del Lago Nordenskjöld y bordeando un río glaciar con aguas de vivo color turquesa. Continuamos entre el viento de estas estepas hasta lo que pensamos que sería un pueblito con su camping donde acogerrnos. Simplemente …encontramos un edificio aséptico para recogida de turistas, con un albergue, algún hotel y un camping donde no admiten furgonetas…Decidimos quedarnos en el aparcamiento público que tiene unas vistas increíbles. Desde aquí partiremos en la caminata más dura y prometedora hasta la Base de las Torres del Paine.

Ante el frío y el vendaval vamos a refugiarnos en el Albergue para cenar y tomar algo. Es un lugar muy acogedor, repleto de turistas que suspiramos por las Torres del Paine, pero con precios que no envidian nada a los Alpes suizos. ¡Las pintas de cerveza se cotizan a 9 euros! Pero aún así disfrutamos de nuestra favorita que es la Austral Calafate, una auténtica delicia para recuperar a los rendidos viajeros. Es una ambar roja con un toque agridulce que le aporta el fruto del calafate, una baya semejante a las endrinas. Acudimos también por la mañana para tomar fuerzas antes de la “marchita” que nos espera y nos sorprenden con un desayuno a quince euros. No sé si ésta es la mejor manera de llamar al turismo…

Con un sol prometedor comenzamos la caminata  más famosa de las Torres del Paine. Son ocho horas de andar para llegar hasta la Base de las Torres, desde donde se elevan los tres colosos pétreos al pie de una laguna glaciar.

Estamos en la Patagonia más desolada…pero el comienzo del camino es una auténtica romería. La mayor parte de los caminantes vienen en autobuses desde Puerto Natales (170kms.) para hacer la subida. Tanto Punta Arenas como Puerto Natales son los centros desde donde se ofrecen una gran cantidad de actividades, marchas, observaciones, navegaciones y tours varios que quieren hacer de la Patagonia chilena el mayor centro del turismo de naturaleza y aventura de Sudamérica.

El primer tercio de la subida se va endureciendo poco a poco, entre laderas pedregosas, hasta llegar en unas  dos horas al Refugio Chileno. Lugar de descanso y recuperación de fuerzas. A partir de aquí nos adentramos en un bosque que parece de ensueño. Es un bosque de ñirres y de lengas, árboles autóctonos de la Patagonia que se adaptan a muy diferentes alturas. Sus troncos y ramas parece que nos abrazan y nos empujan para ir ascendiendo en suave desnivel sin darnos cuenta del cansancio. En esta atmósfera tan mágica esperamos encontrarnos en cualquier rincón algún hada buena o alguna ninfa sobre los arroyos, pero solo se manifiestan a través del viento y el sonido de las cascadas. Envueltos por este bosque misterioso el segundo tramo se nos hace bastante llevadero. Casi no nos damos cuenta de cómo ha ido cambiando el tiempo. Hay muchas nubes y a veces llueve. Son ventiscas que van y vienen por estas alturas. Vamos bien abrigados, pero empapados en sudor.

El último tramo es el más duro. La vegetación desaparece casi por completo y andamos entre grandes piedras. Comenzamos a pisar nieve. Ahora entendemos por qué nos decían que en cada día viviríamos las cuatro estaciones. Empezamos la subida con espléndido tiempo de verano. Pasamos al otoño cruzando el bosque. Ahora ya nos adentramos en el invierno. Y esperamos algo de primavera para la bajada. Vamos subiendo y la llovizna se transforma en agua nieve que ya son fríos copos cuando asomamos a lo más alto. Es muy duro el último repecho en medio de una ventisca de nieve. Pero todo se olvida cuando se llega arriba…¡qué maravilla! Ninguna foto puede hacer justicia a tanta belleza. Me senté en una roca y me puse a llorar como un niño. Sería por el cansancio, el frío, por la mano de las hadas… pero era simplemente por la alegría de estar allí. 

Sobre nuestras cabezas volaban muy bajas las nubes y las moles colosales de las tres torres ni se adivinaban. Daba igual. Todo el mundo se sentía feliz y se entregaban al “momento Instagram” para comunicar al resto del mundo, con las poses ensayadas,  que habían llegado hasta allí.

Sentado y relajado ante esta inmensidad no resulta extraño comprender que todas las montañas peculiares se hayan considerado siempre morada de los dioses, desde el Ulurú hasta el Olimpo, el Sinaí o el Monte Nenrut. Infunden respeto y miedo sagrado.

El mundo era de otra manera cuando estos dioses, surgidos de los grandes mitos, gobernaban el mundo. Dice el antropólogo Joseph Campbell que todos los dioses – Alá, Manitú, Júpiter, Shiva, Jehová…- fueron verdaderos en algún momento. Todos fueron verdaderos hasta que surgieron las religiones establecidas que unieron a sacerdotes y reyes guerreros para hacerse con el poder.  Todo empezó a cambiar y en ello seguimos: Putin se apoya en la iglesia ortodoxa rusa para sus guerras, , Netanyahu en los rabinos ultras para la suyas, Trump en la iglesias evangélicas de aquí y de allá para sus desmanes, los ayatollahs manipulan a Mahoma a su antojo …Resulta increíble, pero el mundo de la religión sigue justificando el  afán guerrero, el lado más oscuro del Homo sapiens…Estas cosas meditaba yo frente a las imponentes torres abrumado por esos peñascos volcánicos y sintiéndome parte de esa naturaleza, pero pequeño, muy pequeño.

La bajada exige mucho cuidado por las rocas resbaladizas y porque las fuerzas estaban muy disminuidas. Pero las paisajes a estas alturas son indescriptibles y hacen olvidar el cansancio hasta el día siguiente, por lo menos. Tras diez horas de esfuerzo…pedimos unas pintas de Austral Calafate en el mismo lugar del día anterior para celebrar que habíamos llegado hasta los pies de las Torres del Paine para ofrecer nuestros respetos a los dioses eternos que habitan las montañas. 

Un día feliz y, sin duda, para recordar.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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