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Roma (3): “Yo he estado allí”

  • Yo he estado allí.

El viaje a Roma desde los tiempos de Velázquez era casi una obligación para artistas, escritores, románticos y eruditos de cierto nivel. Luego pintaban cuadros al estilo romano, escribían libros o algún soneto, como hizo Cervantes. Ahora los turistas inundan Roma y se mueren por hacerse shelfies por todos los sitios. Es como la peste negra que asoló también esta ciudad. No les interesa mirar el cuadro, ni el mármol esculpido, ni leer la información sobre el lugar, solo buscan un shelfi en cada sitio turístico. Parece que siempre quieren decir “yo he estado aquí”. Es suficiente.

En los Museos Vaticanos y en la iglesia de san Pedro también está muy extendida esta peste japánica. Entre móviles y piedras de colores me he sentido decepcionado en esta gran iglesia. En realidad me conmueve más la Ermita de San Frutos en las Hoces del Duratón que esta prepotente mole de mármoles, bronces y oropeles. Creo que hace tiempo que Dios se marchó de aquí y está escondido con algún ermitaño rural en cualquier rincón desconocido. Si el hijo del carpintero volviera por aquí y viera esta multinacional tan floreciente, se marcharía asustado a sus desiertos otra vez. Estos muros parecen más bien los de un ostentoso palacio que los de una iglesia cristiana. Los pasillos, la iglesia, las estancias, todo está lleno de curas y monjas con caras serias e inexpresivas. Son los agentes comerciales de esta gran empresa que pasan por la sede central para hacer cursos y poder mejorar el producto y las ventas.

En algún momento de silencio, desde el fondo de algún cuadro, san Pedro me ha susurrado que a él tampoco le gusta nada esta iglesia de mercaderes, pero que se siente impotente ante el poderío que despliegan. No piensa en provocar un Apocalipsis o en el Juicio Final, sino en toda esa gente, buena y pobre, repartida por todo el mundo a los que no les llegan ni unas migajas del gran banquete del rico Epulón. Allí lo he dejado pensativo y un poco melancólico.

A pesar de todo he disfrutado de una visita muy ilustrada. Con mi amigo José he tenido un guía personal en todo momento. Hemos seleccionado lo fundamental, sin querer abarcar demasiado. Rafael y Miguel Angel, fundamentalmente, algún Caravaggio, Giotto …y hasta nos hemos cruzado con algún Dalí y un Francis Bacon. Tengo que reconocer que cuando he llegado a la Capilla Sixtina me ha recorrido un escalofrío. Ha sido un amago de síndrome de Stendhal por la contemplación de tanta belleza. El espíritu se conmueve y la emoción lo inunda todo. ¿Cómo alguien pudo pintar todo esto? Dicen que Rafael, cuando vio los frescos por primera vez, exclamó “¿Y ahora, qué vamos a pintar nosotros?

Arte por todos los lados.

Arte por todos los lados.

Saturado por un dios tan poderoso me he acercado luego al Panteón, etimológicamente el lugar de todos los dioses. Con esa idea se construyó. Los Imperios suelen ser muy abiertos en cuestiones religiosas (salvo el español). Solo exigen que se cumplan sus leyes. Roma admitió, asimiló y construyó para todos los dioses conquistados. Este gran edificio podría ser el primer ( y último) templo ecuménico. Pero luego llegaron las religiones monoteístas y acabaron con cualquier tipo de tolerancia. Este Panteón se convirtió en Basílica de Sta. María de los Mártires… y ahí continuamos. Una más de las casi mil iglesias que hay en Roma.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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