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Sinfonía de Aguado y De Justo en la alternativa de Darío Domínguez

  • Darío Domínguez. Foto: Fermín Rodríguez.

Iscar ya tiene un torero, Darío Domínguez. Y puede llegar lejos teniendo como padrino a maestros como Emilio de Justo y Pablo Aguado. El joven matador local toreó con temple y gusto al primero de la tarde y arrancó unan oreja de su segundo como premio merecido a su buen hacer en la tarde de su alternativa.

Decimos que Dominguez (que apellido más torero) tiene en quien mirarse porque lo visto este domingo sobre el ruedo no se ve todas las tardes. De Justo y Aguado dieron una clase magistral en Iscar  de lo que es el toreo ante dos buenos toros de Hermanos Garzón de Valdenebro. Flojitos si pero de una nobleza sin límites.

Lo del sevillano fue una auténtica sinfonía. Toreó con mucha suavidad con el capote, con  tanta que se paró el tiempo en algunos lances a la verónica. Y cuando el público aún se estaba frotando los ojos, cogió la muleta y tieso como un palo toreó com mucha naturalidad y dulzura al excelente borraco de Valdenebro que se dejó llevar tras los vuelos de la muleta para no manchar la obra del torero de Triana.

Pablo Aguado toreó muy vertical, dando el medio pecho al toro, tirando de muñeca  y vaciando la embestida como se hacia en otros tiempos y no en estos del toreo moderno. La estocada cayo baja y solo cortó una oreja, pero eso no empaña la obra maestra del sevillano, que mas tarde arrancó las dos orejas del quinto.

Emilio de Justo no quiso quedarse atrás y sacó lo mejor de si mismo para torear de manera primorosa a su segundo. El extremeño, con el mentón pegado al pecho, toreó muy de verdad llevando al toro embebido en los vuelos de la muleta y se echo de rodillas para rematar su excelente faena al cuarto con una gran estocada. Se llevó las dos orejas y una más del segundo de la tarde.

No se arrugó Darío Domínguez, que también quiso sumarse al carro del triunfo plantando cara al último toro, que no tenía las misma condiciones. Se echó la muleta a la mano izquierda y estuvo firme toreando al natural lo que le valió pasear una oreja ante sus paisanos. ¡Enhorabuena torero!

Autor: Ignacio Montalvillo

Muévelo

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