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Patagonia (7): El lado más salvaje de la carretera Austral

Pumalín, el Parque de un filántropo

Seguimos en el corazón de los bosques más espesos de la llamada “Selva Valdiviana”, como se conoce este tipo de bosques primarios de clima templado-frío muy húmedo. Se  llega en algunas laderas hasta los seis mil mm.de precipitaciones al año.

Estos bosques tocaron el alma de Douglas Tompkins. En los años 80 era un alpinista y activista medioambiental que buscaba nuevos atractivos por la Patagonia. En los años 60 había fundado su propia empresa de material deportivo, la llamó “The North Face”. Quedó fascinado por estos bosques primigenios y salvajes. Por entonces ya había vendido la empresa y, como típico filántropo americano, comenzó a comprar terrenos en la Patagonia para librarlos del furor maderero y preservarlos.

Llegó a adquirir más de 400.000 hectáreas, (más de la mitad de la provincia de Segovia) tanto a este lado de la cordillera como en la vertiente argentina. Los chilenos no se fiaban de sus intenciones conservacionistas… porque era una actitud que nunca habían conocido.

En 2015 falleció Tompkins por hipotermia en una caída del kayak en el Lago General Carrera. Su viuda fue donando los terrenos al Estado Chileno con la condición de que se convirtieran en  Parque Nacional. Así nació el Parque Nacional Corcovado  y el de Pumalín, que hoy visitamos. Igualmente sucedió en el lado argentino.

Caminando por estos bosques parece inconcebible que estas inmensidades se puedan comprar y vender, que tengan dueño y que alguien pueda disponer de ellas para su beneficio, económico por supuesto. Así somos los humanos. Somos capaces de poner precio hasta al alma, sobre todo al alma.

Esta historia me hace reflexionar sobre el dinero y el poder de los llamados superricos, todos los que tienen en sus cuentas cientos o miles de millones de dólares o euros. Hubo un tiempo en que las clases privilegiadas construían palacios, donaban dinero para templos, monasterios, monumentos, encargaban trabajos a los artistas, que hoy llenan nuestros museos …riqueza y patrimonio que hoy disfrutamos todos. El dinero de los súperricos de hoy está en paraísos fiscales. No tiene ninguna repercusión social positiva o cultural. Se mueve de un lugar a otro para crecer y pasar de herederos en herederos sin que produzca ningún beneficio sobre el resto de los mortales. A veces vemos yates, lamborghinis, mansiones, lujos horteras…

Los americanos alimentan sus Fundaciones con diversos tipos de donaciones para cultivar su ego, mejorar su imagen y tranquilizar su conciencia. Algo de eso revierte en países necesitados. Pero esta forma de actuar no justifica la enorme desigualdad que sigue creciendo, año tras año, crisis tras crisis.

La mayor parte del Parque es inaccesible por sus elevadas pendientes boscosas, cuajadas de torrentes, cascadas, lagunas y “ventisqueros” de todo tipo. En las zonas más asequibles se han abierto once senderos que recorren hasta 75 kilómetros de caminatas posibles. Seguro que cada ruta tiene su encanto particular. Nos adentramos en el “Sendero Ranita de Darwin”. Es bastante tranquilo y sin duras exigencias. Seguimos sintiendo nuestra falta de conocimientos de botánica patagónica. Andamos entre plantas que han sobrevivido a las glaciaciones y cambios climáticos. Hay muchos endemismos que solo existen en este rincón del planeta, entre cantos de pájaros que desconocemos completamente. No nos cabe más que la sorpresa, la admiración y el disfrute ciego. Así es nuestra caminata de hoy. Por supuesto, llueve durante la mayor parte del recorrido.

Chaitén es nuestro pueblo de acogida junto al mar. Sabemos poco sobre él y lo encontramos raro y extraño… El hostal que vamos buscando parece cerrado y abandonado hace años. Encontramos otro y allí nos vamos enterando de la reciente historia del pueblo.

En 2008 entró en erupción un volcán situado a 10 kilómetros de la ciudad, del que no se tenía ninguna noticia. En pocos días se llegó a una situación extrema bajo una columna de humo volcánico de 30 km de altura. En 24 horas se evacuó a casi 7000 personas, la mayoría por vía marítima a Puerto Montt. El grueso de las cenizas del volcán se dirigieron hacia el interior del continente, llegando hasta Buenos Aires, donde se suspendió la navegación aérea. Chaitén fue inundado por las cenizas y sedimentos volcánicos que desviaron el curso del río. Durante todo un año continuaron las erupciones. Pensaron en una nueva ubicación para una nueva ciudad. Pero, tras comprobar que los daños no fueron tan desastrosos como se esperaba, dos años después se decidió reconstruir las viviendas con la ayuda del Estado. Hoy Chaitén es un pueblo nacido realmente de sus cenizas. Todavía se ven bastante viviendas abandonadas, donde nadie ha regresado. Así estaba “El lobo solitario”, el hostal donde pensábamos buscar alojamiento. Sigue en Google como si no hubiera pasado nada.

Al día siguiente nos encaminamos hacia otros senderos del Parque Pumalín. Vamos hacia el norte al Sendero de los Alerces y al de la Cascada Tronador. No podemos decir que llueva, realmente diluvia durante toda la mañana. El sendero entre los alerces está totalmente inundado. Vamos preparados para el agua, pero no para el diluvio. Sin embargo, disfrutamos del recorrido que es realmente espectacular. Estamos entre alerces de unos tres mil años de edad. Nunca llegamos a ver las copas. Los troncos son inabarcables. Hay uno, llamado “el abuelo”, en otro parque cercano que tiene un certificado de sus 5400 años de historia, el ser vivo más antiguo del planeta. No se puede visitar y su situación exacta no se da a conocer para evitar problemas. Nosotros nos conformamos con pasear empapados entre estos troncos que son del tiempo de la Guerra de Troya…

Nos encontramos en el norte más salvaje de la Carretera Austral. No vemos a nadie por aquí. Unos kilómetros más adelante hay que tomar un ferry para seguir hacia el norte. Nosotros decidimos que aquí termina nuestro recorrido por la Carretera Austral. Desde aquí hasta Puerto Montt, deberíamos  tomar tres ferrys diferentes. Los puntos intermedios de interés son otros parques y otros senderos semejantes a estos lugares. Decidimos cruzar a la isla de enfrente, Isla Grande de Chiloé, que nos han comentado que merece mucho la pena… y hay un clima mucho mejor. Volveremos a encontrarnos con nuestra carretera en Puerto Montt para decir adiós a estas tierras tan desconocidas pero tan seductoras.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Un recorrido para disfrutar

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