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Desde el mar de Pinares: El romanticismo de los 8 apellidos catalanes

El romanticismo de los 8 apellidos catalanes.

Con la curiosidad de un viajero globalizado he ido visitando pueblos de la Cataluña profunda, desde Vic, el epicentro del mundo independentista, a pequeños pueblos del Pirineo gerundense y del Ampurdán. Mi intención era hacer un recorrido casi neutro por esos pueblos que aparecen en tantas listas de internet, bautizados como los más bonitos, los más atractivos, históricos…o cualquier otro calificativo para que funcione la publicidad que llevan adosada.

Encontré en la Cataluña rural el mismo aire que en la Barcelona urbana. Un aire de tiempo detenido en las banderas descoloridas de los balcones independentistas. El tema sigue ahí sin duda, aunque parece que no ocurre nada y la gran eclosión se da por concluida. En los medios, radio, tv, redes, en las paredes, pancartas y murales varios continúa la llamada a la independencia, marcando la identidad propia y por tanto marcando la diferencia con “los otros”, que son siempre el gobierno de Madrid, con el que nos identifican al resto de españoles.

En los programas de TV3 siempre aparece claramente esta dicotomía, nosotros y ellos, Cataluña y España, los opresores y los oprimidos, los buenos y los malos. Sería muy extraño escuchar ese mismo discurso en la televisión de Madrid, de Asturias o de Canarias, por ejemplo. La manipulación del lenguaje siempre es el primer paso para manipular la realidad, la historia y, por último, los sentimientos, que tristemente son el asiento de todo este descalabro.

Por encima de este discurso mediático la gente por los pueblos es encantadora. Nadie pregunta de dónde eres. Siempre hay un “Bon dia” muy agradable. Me cautivó especialmente Monells, el pequeño pueblo donde Rosa María Sardá saludaba a la republica catalana en “Ocho apellidos catalanes”. Mantiene el ambiente de pueblo recogido y tímido, no prostituido por el turismo, como Pals o Peratallada. Sin embargo fue Beget, ya metido en pleno Pirineo, el que me resultó más atractivo. Quizás porque se recibe como un regalo después de la dura carretera desde el conocido Camprodón. Beget parece un reflejo perfecto de la Cataluña medieval. Solo falta por allí algún rudo conde que encarne el Feudalismo más salvaje, con el beneplácito de la Iglesia que está allí, preciosa, en el centro del lugar.

Iglesia de Beget.

Hay que reconocer que la idea de libertad, independencia, autodeterminación, derecho a decidir, referéndum para una nueva sociedad…son ideas-fuerza imbatibles. No se puede luchar contra ellas. Están basadas en el inconsciente humano, en la lucha humana por buscar siempre una situación mejor. Por eso son los ideales más manipulables. Son ideas nacidas con el Romanticismo y continúan navegando por la historia como recursos románticos para alimentar al llamado “pueblo” cuando otros quieren utilizarlo en el propio interés. A partir de entonces así se han alimentado casi todas las guerras en Europa, desde las franco-prusianas del S. XIX hasta las últimas de Yugoslavia. Esa es la triste historia de los nacionalismos.

Como idea romántica el Independentismo es muy difícil de combatir con razonamientos, con datos o con verdades históricas. El sentimiento de adhesión a la tribu tiene otros mecanismos de funcionamiento. Por eso a ningún independentista le interesó lo más mínimo el libro de Borrell poniendo al descubierto los cuentos y las cuentas de Oriol Junqueras y Puigdemont. Tampoco les interesa ningún libro de historia que no esté escrito por alguien de la cuerda. Ni escuchan, ni ven la corrupción extendida entre esos políticos que levantan la bandera de la independencia para tapar sus múltiples casos que están ante la justicia. La tribu ha tocado a arrebato y no se toleran inseguridades o versos libres.

La llamada “burguesía catalana” que creó todo este movimiento en el S.XIX para defender sus intereses frente al crecimiento de un estado centralista, continúa sumando elementos a sus filas. Siempre han seducido en el mundo rural, desde los tiempos de las guerras carlistas, y ahora seducen en la Universidad, en el funcionariado y entre los profesionales urbanos y modernos.

Plaza de Vic.

En este tiempo sus miedos proceden de un mundo globalizado donde cada vez pueden ejercer menos controles. El mundo bancario y la gran empresa, más beneficiados por la globalización, no participan de esta pasión independentista. La burguesía tradicional, las llamadas cien familias, cuya imagen más fiel es la acorralada familia Pujol, han dirigido sobre todo sus ansias de control a prensa, radio, televisión y, por supuesto, la Educación.

Yo no sé dónde está el camino de salida. Como en todo amor romántico, de nada sirve que los de fuera digamos que ese amor no te conviene, que te engaña, que no es lo que tú piensas, que solo busca su interés…u otros tópicos. Sólo el tiempo y la confrontación con la realidad despejan el camino.

Por este motivo tampoco servirá de nada ofrecer a los independentistas más autonomía, más competencias, o más euros. Ellos sólo quieren… “la independencia”. Los del PNV han recogido contentos las propinas que les dio Rajoy en los Presupuestos, pero ya están amenazando con otra vuelta de tuerca al Estatuto. Ninguno está interesado en reconocer que tienen el régimen más autónomo de Europa. Tras recibir las nuevas competencias, pasados unos años, volverán al punto de partida, como ha ocurrido después de tres décadas de Estatuto.

La fiebre independentista brota cada tres o cuatro décadas con distintas características. Surgió en el S. XIX y floreció con la Primera República. Volvió a principios del S. XX y contribuyó en la sombra a las revueltas que la sobrepasaron en La Semana Trágica. Reapareció con la llegada de la Segunda República y su primer Estatut, luego con la Transición y ahora estamos en la siguiente fase de subida de la fiebre, casi 40 años después. No será la última, seguro. Paciencia.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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