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Por el camino del Cid (6): De Atienza a Sigüenza

  • Jadraque

Sigo en El Camino. No tiene el glamur del Camino de Santiago pero es comparable en atractivos históricos, artísticos y legendarios. Ciudades Patrimonio, catedrales, conjuntos histórico artísticos, espacios arqueológicos y naturales, riqueza gastronómica y muchas leyendas. En nada le va a la zaga al Camino de Santiago. Simplemente no está de moda. Así son los tiempos. En agosto de 1978 anduve el Camino de Santiago con el amigo Carlos Pérez y en todo un mes no encontramos a ningún peregrino más. No había albergues, ni indicaciones ni nada. Solo curas escépticos con nuestra fe. Todo cambió a partir de la gran campaña publicitaria del año santo 1993. Así son nuestros tiempos. Hasta la fe parece que depende de una buena campaña publicitaria.

De noche pasan la sierra, la mañana ha llegado ya,

Y por la loma abajo piensan de andar.

En medio de un bosque, maravilloso e grand

Hizo mio Cid acampar y cebada dar.

Al Cid se le habían cumplido los nueve días de plazo para abandonar el reino de Castilla en el límite con la actual provincia de Guadalajara. De noche, para no ser descubiertos por los musulmanes, cruzaron la Sierra (hoy llamada) de la Pela y se adentraron en territorio que pertenecía al reino Taifa de Toledo. Estaban en tierra enemiga, una zona que fue tierra de frontera por más de dos siglos. Rodrigo iba con 300 hombres a caballo y al menos otros tantos a pie. Estaban cerca de Atienza pero dieron un rodeo porque “ era una peña muy fuerte”.

Viéndolo hoy día según se desciende desde la Sierra aparece Atienza como una fortaleza que asustaría a cualquiera. En la actualidad solo un gran torreón se mantiene en lo alto de la peña, defendida por riscos naturales y murallas de mano humana. Es una villa que parece que se ha quedado dormida en el tiempo. Hoy solo tiene 420 habitantes, pero llegó a tener varios miles, dicen. Aparecen murallas por todas partes. Unas ruinosas, otras consolidadas. Se mantienen varias puertas en ellas. La más llamativa es el Arco de Arrebatacapas que, con ese nombre, todavía sigue asustando a cualquiera que la cruce. El nombre lo debe a la corriente que se produce y los efectos que causaba. Hoy da paso a la Plaza del Trigo, que es una de las más encantadoras que he visto. Una cerveza aquí con buena conversación me alegra la mañana y anima a seguir tras los pasos de las mesnadas de Mío Cid.

Más allá me encuentro con Robledo de Corpes, donde otros estudiosos diferentes a los de Soria, sitúan la afrenta que sufrieron las hijas del Cid a manos de sus maridos. ¡Ya estamos con la violencia de género! No consta como hecho histórico. Sería un añadido de algún juglar para mantener la atención de los paisanos, reflejando situaciones de la época.

En Hiendelaencina mantienen el recuerdo de su pasado minero, por la fiebre de la plata, algo extraño en la meseta. Un monumento recuerda la riqueza del pueblo en los viejos tiempos.

La iglesia románica de Pinilla de Jadraque con su atrio porticando mirando al sur es un encanto rural, aunque un albañil que trabaja al lado me asegure que a él le parece una iglesia

normal, porque dice que no entiende de arte. Pero le gusta ¿no?. Pues sí, es bonita. Claro, esto es como el vino. Que a todos les gusta el bueno. Aunque digan que no entienden.

La llegada a Jadraque es gloriosa porque el espléndido Castillo del Cid, así llamado, se deja ver desde kilómetros antes. Luce espectacular en lo alto de una loma, desde la que casi se adivina ya Valencia… Se supone que Jadraque era el Castejón del Henares que aparece en el Cantar. El pueblo es hermoso pero no conserva nada de las calles o casas que vieron aparecer al Cid. Hoy es un pueblo agradable donde puedo decir que cocinan unas mollejas de cabrito exquisitas. Me amenazan con un vino de Valdepeñas y tengo que tirar de amor propio para pedir un Ribera de Duero.

No está claro si Alvar Fáñez partió de aquí o desde Castejón con su “algarada”, expedición de saqueo por todo el valle del Henares para conseguir víveres y otras riquezas con las que mantener a la tropa. Eran tiempos duros, en tierras de nadie. El saqueo parecía una forma normal de conseguir la mantenencia, tanto en un lado como en el otro. Era la soldada de los caballeros de la guerra:

Cuántas son sus grandes ganancias

Mucho botín de ovejas y de vacas

Y de ropas y de otras riquezas amplias.

El Cid reparte el botín de manera equitativa conforme a las leyes castellanas. Le reserva a Alvar Fáñez la quinta parte que a él mismo le pertenece, pero renuncia por fidelidad a su señor. Continuarán repartiendo riquezas en las jornadas siguientes, tras los combates victoriosos. Los caballeros que acompañaban al Cid representaban a la pequeña nobleza castellana, cultivadora del espíritu de frontera, que buscaba la riqueza en el campo de batalla, frente a los nobles poseedores de las rentas de la tierra.

.Quizás todo este recorrido cidiano marque el límite de la arquitectura románica en la meseta. Hacia el sur se adivinan las tierras manchegas y por eso, justo aquí, se entrecruza mi Camino con la Ruta de don Quijote. Aparecen carteles de ambas rutas cuando me dirijo al Cañón del río Dulce, Parque Natural y lugar de muchos rodajes del llorado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente. Su nombre permanece en un mirador y en otros lugares del parque. Llego hasta Pelegrina, pueblo y castillo remontados en un recodo del barranco, desde donde parten diferentes rutas que recorren el cañón.

En este pueblo tan pequeño y aislado saboreo un poco más el sentido de este Camino del Cid, lejos de ruidos, de ciudades, de las trifulcas políticas. Más cerca de la realidad, de una España que se está quedando vacía, silenciosa y sin voz, sin grandes titulares y sin llamar la atención. Es el silencio de los páramos de la vieja Celtiberia.

Sigüenza a lo lejos

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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