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Camboya: Calles de Phnom Penh

Dejamos Kuala Lumpur,  una ciudad de modernos rascacielos, y volamos a Phnom Penh, una ciudad muy diferente y bastante más atractiva para nosotros. Calles atestadas de motos, tuc-tucs y coches (por este orden) nos reciben en un aparente caos organizado. Están llenas a cualquier hora. Parece que todos viven y trabajan en la calle. No hay ningún rincón tranquilo y agradable. El fuerte calor, la humedad y los olores profundos hacen más dura la tarea de sobrevivir, pegados a una botella de agua. Por supuesto que en los hoteles hay aire acondicionado, pero en la mayoría de los lugares a visitar tenemos que conformarnos con unos ventiladores. A las ocho de la mañana ya alcanzamos los  30 grados y a mediodía esperamos con impaciencia cada tarde a que se abra el cielo monzónico. Solo entonces la vida del turista resulta agradable.

Es una ciudad de colores. Rojos verdes, naranjas, azules… se  reflejan en carteles, coches, ropas, mercados, en los tuc-tucs. Está muy lejos de nuestras asépticas ciudades grises y negras, donde solo los grandes carteles de publicidad usan y abusan del color. La vida parece casi miserable, pero la gente sonríe mucho más que en nuestras calles. A pesar del caos de circulación apenas suena algún claxon o se oyen unas voces. Todo es discreto. Los monjes budistas, con su túnica y su paraguas naranja, recorren la ciudad por la mañana recogiendo las limosnas de las que viven.

Parece que la gente busca un poco de tranquilidad y de felicidad. Hay que pensar que la población de cuarenta años, por ejemplo, ha vivido treinta años de guerras, genocidio incluido. Han pasado por las luchas de la descolonización francesa. Luego los años de bombardeos americanos, como extensión de la guerra de Vietnam. Sufrieron el terror de los Jemeres Rojos, entre 1975 y 1979. Después tuvieron 10 años de ocupación vietnamita. Con este siglo llegó la paz y todos quieren arrimar el hombro. Da la impresión de que es un país que ha tenido que empezar desde cero y que tiene que currarse mucho su desarrollo social y económico. Hemos andado por un mercado en la calle que sí que parece un auténtico mercado medieval, con sus mendigos y niños trabajando, incluidos.

Esa calle parecía un rincón de la India más pobre. Pero poco a poco el turismo lo va cambiando todo. Hay más trabajo, la economía se mueve y favorece el desarrollo del país. Los turistas traemos nuevos modos de vida, nuevas costumbres, nuevas exigencias de higiene y sanidad, nuevas necesidades educativas y sobre todo traemos dólares. La economía en general funciona en dólares, pero a nivel bajo y popular trabajan con el riel, la moneda nacional. Todas las fracciones de dólar nos las devuelven en rieles.

Phnom Penh está marcada por la presencia del río Mekong. Aquí se une con su afluente Tonle Sap, que es al que se asoma el gran paseo «marítimo» de la ciudad. Son ríos enormes para nuestra mentalidad castellana. El más pequeño puede ser diez veces mayor que el Duero que vemos en Zamora. Estamos en un país de grandes lluvias. Este mes está comenzando el Monzón y ahora solo aparecen las lluvias en forma de grandes aguaceros a media tarde. Las lluvias fuertes llegarán a partir de agosto. Los ríos crecen, inundan áreas más extensas y dan vida a un país de arrozales y vida campesina.

Los recorridos por la ciudad nos ayudan a «situarnos» poco a poco en Camboya, un país asiático, muy tradicional y perdido en el tiempo, por los avatares de la historia. Es una monarquía constitucional, con gobiernos que tienen que buscar un equilibrio entre los poderosos vecinos, Tailandia y Vietnam. Hubo unos siglos en que Camboya fue el gran imperio de la Península de Indochina. Hoy es un país pobre que trata de incorporarse a la modernidad y los turistas también llegamos aquí para echar una mano.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Os deseo de verdad que disfrutéis de estos días de aventura. ¡Pero no me digas, Jesús,que te has ido a las antípodas a pasar calor! ¡No sabes lo bien que se está estos días en nuestro terruño segoviano!… Cuando los trigos encañan y están los campos en flor.
    ¡Buen viaje!
    Jesús (de Valdevarnés)

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